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La violencia se encuentra muy presente en la sociedad actual, no sólo entre los adultos, sino también, y cada vez más, entre los adolescentes. 

Aunque a menudo  la violencia de género se vincula más a la edad adulta, un nuevo estudio publicado en EE.UU., concretamente en la revista JAMA Pediatrics, revela que este tipo de violencia representa también un riesgo real en la adolescencia. Los datos lo confirman: más de dos mil adolescentes fueron asesinados o asesinadas entre 2003 y 2016, casi el 7 por ciento, alrededor de 150, lo fueron por sus parejas íntimas actuales o anteriores. Un 90% eran mujeres y su edad media rondaba los 17 años. 

La violencia en las citas de los adolescentes es terriblemente común y, según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Adolescentes y Violencia Íntima, más del 60 por ciento de los adolescentes afirmaron haber sufrido algún tipo de violencia física, sexual y/o emocional. Esta situación puede tener consecuencias profundamente graves en la salud y el bienestar y pueden llegar incluso a la muerte. Las primeras relaciones resultan decisivas y marcan mucho lo que podrían ser relaciones posteriores (Gómez, 2004).

El estudio también profundiza sobre cuáles fueron los elementos que desencadenaron estas muertes violentas. Los datos revelan que muchos de ellos fueron perpretados ante situaciones de ruptura. Estos momentos resultan especialmente peligrosos cuando se trata de romper una relación con un hombre que ejerce poder a través de una  masculinidad tradicional dominante vinculada a la violencia.

Otras causas relacionadas que desencadenaron estas situaciones de alto riesgo y que terminaron en muerte  fueron fuertes discusiones (25%), el uso indebido de armas de fuego, los celos, la negativa de algunas de las víctimas a establecer una relación con su agresor, embarazos en los que el autor no quería tener el bebé o el temor a ser arrestados por violación.

La buena noticia es que el artículo también desvela algunas de las claves para hacer una prevención efectiva y basada en las evidencias  científicas actuales:

  • En primer lugar, es necesario hablar con los niños, niñas y adolescentes, y hacerlo antes de que tengan sus primeras relaciones. Se trata de abrir espacios de diálogo, no sólo en la familia, sino también en la escuela, para hablar de relaciones saludables y satisfactorias y enseñarles a alejarse de toda relación tóxica e insatisfactoria.
  • En segundo lugar, un factor de protección primordial es el de las relaciones con los adultos, cuantas más mejor, pues estas conexiones suponen un andamiaje esencial  que les ayuda a ganar en seguridad y amortigua el estrés en la adolescencia.
  • Además, el artículo también insta a los y las profesionales de la salud a estar muy atentos para poder detectar rápidamente las señales de posibles abusos en las citas y ayudar prontamente a las víctimas.
  • Y por último, y no por ello menos importante, las escuelas juegan un papel primordial tanto en la prevención como en la detección de los abusos, pues deben focalizar todas sus intervenciones en programas basados en evidencias, como el Modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos, un modelo comunitario que fomenta en los adolescentes la  habilidades para relacionarse a través de los diálogos transformadores y sentimientos como la solidaridad, la amistad, la libertad y el amor, lo que genera las habilidades necesarias en los y las jóvenes  para tener una vida más plena y rechazar cualquier tipo de violencia con un posicionamiento claro y valiente.

Por lo tanto, ante la urgencia de acabar con la violencia que afecta a tantas jóvenes en sus primeras citas, la ciencia nos revela la importancia de que los adultos nos mantengamos cerca de los y las adolescentes ofreciéndoles nuestro apoyo y también  programas escolares de éxito que fomenten espacios comunitarios de prevención y solidaridad que les lleven a disfrutar y desear relaciones sanas e igualitarias, a la vez que apasionadas. 

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