Cada vez más, diferentes disciplinas se preocupan de estudiar las razones que hacen que las personas vivamos más tiempo de mejor forma. Tanto desde el ámbito social como desde la psicología o la neurociencia, se están estudiando los diferentes aspectos sociales que nutren, no solo nuestro cuerpo, sino también nuestro cerebro.
En esta línea, estudios como el Harvard Study of Adult Development ya demostró que son las relaciones de calidad lo que nos mantienen más sanos y sanas, durante más tiempo. Después de rastrear durante 75 años la vida de más de 700 personas, sus numerosos resultados les llevaron a demostrar que son los entornos de confianza, como la comunidad, la familia o las amistades, los que más contribuyen a la satisfacción a lo largo de la vida, no solo física sino también mental.
En la misma línea, los autores y autoras del estudio titulado Avanzando la conexión social como una prioridad de salud pública en los Estados Unidos [Advancing Social Connection as a Public Health Priority in the United States] demuestran cómo las conexiones sociales se convierten en un asunto de prioridad para la salud pública.
Numerosas evidencias científicas ya han indicado que estar en un entorno de relaciones de calidad y sentirse socialmente conectados con otras personas a lo largo de la vida es un factor asociado con la prevención de una variedad de enfermedades, incluso con la disminución del riesgo de mortalidad. Pero, a pesar de las crecientes evidencias de que la magnitud de estas asociaciones es comparable a la de otros principales determinantes de la salud (que según el artículo reciben atención y recursos para la mejora de la salud pública), todavía es necesario concienciar a gobiernos, agencias, asociaciones médicas y elementos públicos o privados de financiación de la atención médica, para lograr reconocer a las relaciones sociales humanas como determinantes de la salud física y mental. Con este objetivo el artículo evalúa las evidencias actuales sobre relaciones sociales y salud, de acuerdo con criterios comúnmente utilizados para determinar las prioridades de la salud pública.
El artículo concluye describiendo una agenda para integrar las relaciones sociales en las prioridades actuales de salud pública desde diferentes ámbitos como la educación, las comunidades, los lugares de trabajo, etc., pero, sobre todo, siempre a través de recomendaciones basadas en evidencias científicas, en esos mecanismos sobre los que hay consenso experto, uniendo de esta manera la intervención con la ciencia.
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