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La prestigiosa revista Violence Against Women cumple 25 años desde su primera publicación dedicando un número especial a examinar los avances que durante todo este tiempo se han conseguido en el camino hacia la superación de la violencia de género y las contribuciones que la futura investigación puede aportar en materia de prevención (25th Anniversary Special Issue I). Concretamente, el artículo Preventing Gender-Based Violence Among Adolescents and Young Adults: Lessons From 25 Years of Program Development and Evaluation coloca el foco en la prevención como estrategia clave para reducir la violencia de género a través de programas basados en evidencias científicas que tienen por objeto disminuir las probabilidades de riesgo de convertirse en víctimas y, simultáneamente, promover factores comunitarios de protección y seguridad.

Por un lado, la investigación demuestra que la mayoría de los programas que han demostrado ser eficaces en materia de prevención de la violencia de género se llevan a cabo en contextos educativos, desde la escuela hasta la universidad, por lo que el profesorado tenemos una responsabilidad clave en la erradicación de esta lacra social que afecta a edades cada vez más tempranas. Por otro lado, se evidencia que la eficacia de estos programas radica en la sólida investigación que los avala, consiguiendo reducir los niveles de violencia de género desde tres ámbitos: abordando aquellas actitudes, normas y comportamientos extendidos tradicionalmente que subyacen a esta lacra social, promoviendo el cambio hacia relaciones no violentas, respetuosas e igualitarias y poniendo el foco en la importancia del apoyo del grupo para frenar la violencia y el acoso.

Según este estudio, son tres los programas que han demostrado evidencias más sólidas en la prevención de la violencia de género en escuelas e institutos: The Fourth R (Wolfe et al., 2006), Safe Dates (De Koker et al., 2014; De La Rue et al., 2014; Ellsberg et al., 2015) y Shifting Boundaries (Stein et al., 2010). The Fourth R se fundamenta en que la manera de relacionarnos se enseña y se educa al igual que cualquier otra habilidad académica o motriz, centrándose en la promoción de vínculos personales saludables entre adolescentes y en la reducción de las conductas de riesgo para erradicar las múltiples formas de violencia, incluyendo la violencia de género, la intimidación y el acoso escolar. Safe Dates organiza un plan curricular para la prevención del abuso en las citas entre adolescentes a través de herramientas para identificar actitudes y comportamientos abusivos en la pareja, recursos que les permitan abandonar relaciones tóxicas o ayudar a sus amistades en este sentido y habilidades comunicativas para el desarrollo de relaciones afectivo-sexuales saludables. Por su parte, Shifting Boundaries se centra en el establecimiento de límites en las relaciones interpersonales potenciando los referentes a relaciones saludables, promoviendo el conocimiento de los y las adolescentes sobre las consecuencias penales del comportamiento abusivo y el acoso sexual y aumentando la formación y vigilancia del profesorado sobre entornos inseguros. Además de estos, otros programas con resultados de evidencia significativa en prevención de la violencia de género son Ending Violence (Jaycox et al., 2006) y Teen Choices: A Program for Healthy, Nonviolent Relationships (Levesque et al., 2017; Levesque et al., 2016). Aunque de menor impacto que los citados anteriormente, ambas intervenciones han conseguido reducir significativamente la violencia física y el abuso psicológico, aumentar la identificación de relaciones violentas por parte de los y las adolescentes y concienciar sobre la importancia de buscar asesoría y ayuda legal como respuesta a la violencia dentro de la pareja.

Por su parte, los programas que han demostrado mayor efectividad para estudiantes en entornos universitarios, abordan también la importancia de generar interacciones saludables y positivas entre jóvenes y el papel del grupo que presencia la violencia entre iguales añadiendo, además, el tratamiento del tema del consentimiento y la violencia sexual. Entre estos, los que han sido más ampliamente investigados son Green Dot (Coker et al., 2015) y Bringing in the Bystander (Banyard et al., 2007). Green Dot, también evaluado en edad escolar, tiene como objetivo el cambio cultural en los campus universitarios y la prevención de la violencia y el acoso sexual a través de la decisión individual de convertirse en “Punto Verde” para otras personas, es decir, en alguien que toma la opción valiente de actuar colocándose siempre del lado de la víctima y frente a quienes acosan o ejercen cualquier tipo de violencia. La unión de cada vez más Green Dots va generando una red solidaria reactiva a situaciones de riesgo y muy efectiva para la prevención. Por otra parte, de los más consolidados a través de la investigación, Bringing in the Bystander fue uno de los primeros programas que abordaron la importancia del enfoque de responsabilidad comunitaria en la prevención de la violencia de género a través de la acción del grupo a la hora de plantar cara a la violencia y transformar la cultura del consentimiento. Se basa en un plan de formación en habilidades y recursos para identificar señales de alerta y asegurar intervenciones seguras en los casos en que pueda haber violencia o acoso sexual.

Además de estos programas de prevención universal, existen algunos enfoques de prevención selectiva dirigidos a grupos de población en mayor riesgo de victimización por causas diferentes al género como la raza, clase social, discapacidad u orientación sexual. Entre ellos, debido a que la mayor parte de la violencia de género es perpetrada por niños y hombres, existen programas específicos centrados en su papel como espectadores o perpetradores. Es el caso de Coaching Boys Into Men (Future Without Violence, 2016) dirigido a deportistas y entrenadores que, por su gran influencia, juegan un papel único a la hora de abordar la violencia de género en adolescentes promoviendo habilidades positivas en las relaciones y rechazando la violencia como demostración de fuerza; o WiseGuyz (Centre for Sexuality), que aborda las normas sociales tradicionales que limitan y perjudican el bienestar de los adolescentes varones en los ámbitos de la violencia y la salud sexual y mental. Entre los programas dirigidos a estudiantes universitarios varones, uno de los primeros en abordar la violencia de género y el acoso sexual fue Mentors in Violence Prevention (Katz et al., 2011), que actualmente se implementa también con estudiantes femeninas y tiene como objetivo el desarrollo del pensamiento crítico sobre la construcción social del género y el fomento de conductas proactivas en la lucha contra el acoso y el abuso para terminar con la cultura del silencio; y The Men’s Project para la prevención de la agresión sexual, la construcción de masculinidades saludables y la justicia de género a través de la discusión grupal sobre el consentimiento, la agresividad y la violencia sexual. La investigación también resalta dos programas efectivos de prevención selectiva para jóvenes en riesgo: Youth Relationships Program para menores y adolescentes en sistemas de protección a la infancia y Expect Respect Program para mujeres adolescentes con trayectoria de violencia en sus relaciones, implementado también como prevención integral en las escuelas.

A través de este estudio, Crooks et al. (2019) ofrecen una extensa revisión de los programas más efectivos para la prevención de la violencia de género, pero también identifican serias brechas para grupos vulnerables de victimización a menudo descuidados en la investigación que no contempla variables de diversidad sexual, discapacidad, pobreza o explotación sexual y cuyo alto riesgo ya se encuentra ampliamente documentado. Por su parte, Claire M. Renzetti, editora de Violence Against Women, alerta de que pese a los significativos avances en estos últimos 25 años, aún queda mucho por hacer. Al tiempo que la investigación avanza, la magnitud mundial del acoso y la violencia de género, su impacto en la sociedad y en la trayectoria de vida de millones de personas y su aparición en edades cada vez más tempranas, hacen indispensable asumir la responsabilidad de asegurarnos de que los programas que implementamos en entornos educativos cuentan con suficientes evidencias rigurosas de su eficacia y significatividad, porque… It’s On Us!

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