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Denis Mukwege

La violencia sexual se ha convertido, en muchas ocasiones a lo largo de la historia, en una estrategia de guerra. Contra ello, necesitamos a hombres referentes como Denis Mukwege.

El doctor Mukwege es un cirujano ginecológico congoleño, Premio Nobel de la Paz en 2018, que soñó con ser doctor desde que su padre lo llevó de niño a visitar a personas enfermas. Tan pronto como empezó a trabajar en el hospital Panzi descubrió la problemática que vivían muchas mujeres de la zona, víctimas de violencia sexual en contextos bélicos y, sin mirar a otro lado, no dudó en dirigir todos sus esfuerzos, a partir de ese momento, a la lucha por acabar con esta lacra social.

 

Consciente de que su faceta médica era necesaria pero insuficiente para la prevención de la violencia, el Dr. Mukwege se convirtió en un defensor internacional de las víctimas. En 2012 realizó una valiente denuncia de la situación y la acción del gobierno congoleño en una conferencia de las Naciones Unidas, en la que pedía que los responsables fuesen llamados a la justicia. Unas semanas más tarde sufrió un intento de asesinato que acabó con la vida de su amigo y guardaespaldas. Denis, igual que la jueza Esther Salas hace unas semanas, sufrió en este momento acoso sexual de segundo orden por defender a las víctimas de violencia sexual; personas violentas pretendían que frenase sus actos de defensa y denuncia para así poder seguir cometiendo esos actos sin castigo alguno. Pero no lo consiguieron ya que el doctor Mukwege continúa su lucha pese a la persistencia de otros ataques, en gran parte porque cuenta con un amplio apoyo social: las propias mujeres locales y sus compatriotas deseaban y pedían su regreso.

Otra acción desarrollada, que muestra su vocación desinteresada por el cambio social global, reside en el desarrollo, junto con su equipo médico, de formaciones a profesionales de muchos países acerca de su conocimiento pionero a nivel mundial para tratar las heridas de violencia sexual. También cree firmemente en exportar su labor en su hospital al resto del mundo, “porque lo único que hacemos en Panzi es tratar con respeto a la mujer”. Tiene clara su fuente de motivación: “No he conocido a nadie que me inspire más que las supervivientes que conozco cada día. A pesar de todo lo que han vivido, muestran mucha cercanía y fuerza.”

Su cercanía, respeto y humildad hacen que sus pacientes salgan muy reforzados de sus encuentros con él. Siempre está con las personas: ejemplos de ello son su buena relación con sus equipos, así como un viaje que realizó a Colombia, en el que priorizó reunirse con una red de mujeres supervivientes. Pese a los muchos premios y reconocimientos internacionales que ha recibido, demuestra su mirada desinteresada al dedicar, por ejemplo, el premio Nobel a todas las supervivientes: “reconoce su sufrimiento y muestra que sus voces son escuchadas”.

 

Mukwege tiene claro, y nos muestra con su vida, la manera en la que las personas podemos acabar con la violencia de género, entendiéndola desde las bases que marca la investigación científica: “Necesitamos gente que no tenga miedo de alzar la voz: la violencia sexual, en guerras o cuando hay paz, tiene lugar porque permitimos a las perpetradores violar y agredir. Mientras la sociedad se mantenga en silencio, ellos continuarán. La violencia sexual en guerras es solo una extensión de lo que está sucediendo en momentos de paz. Necesitamos hablar de este tema con nuestras hijas e hijos. Solo así se trasladará la culpa y la vergüenza de las víctimas a los acosadores.”

Su principio básico es que “la justicia es responsabilidad de todas las personas”. Con respecto a los hombres concretamente, afirma: “No podemos resolver este problema si los hombres no se levantan. Deben ponerse de pie y decirles a los hombres que violan: No aceptamos esto.” También apela a aquellas masculinidades que no se posicionan, diciendo “Si usted no viola, pero se mantiene callado acerca de las violaciones, significa que usted las acepta.” 

Encontramos en el doctor Denis Mukwege las características que definen a una Nueva Masculinidad Alternativa (NAM): posicionamiento valiente y seguro, coherencia, solidaridad e impacto social. Personas como él inspiran a otros hombres a encontrar su papel para la erradicación de la violencia de género.

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