A diferencia de lo que estamos acostumbrados durante los periodos de cuatro años entre olimpiadas, durante las dos semanas que duran los juegos olímpicos, los aficionados y aficionadas al deporte, vemos en los medios, deportes más allá del fútbol. Viendo estos deportes, además de aprender, disfrutar, abrir nuestra mente, también nos hacemos conscientes de algo que a mi entender es importantísimo: en los JJOO presenciamos multitud de historias cargadas de deportividad, de solidaridad, de compañerismo y multitud de referencias cargadas de valores positivos.
Cualquier deportista, para llegar a las olimpiadas, ha tenido que trabajar duro, ha tenido que competir al máximo nivel, ha ganado a sus rivales y ha aprendido también a perder. La competitividad, en el deporte, pero también en la mayoría de contextos que requieren la consecución de un objetivo, es inherente al hecho de conseguir el éxito. Ayuda a mejorar, bien ante oponentes, bien ante sí mismo.
En ocasiones vemos que, en muchos contextos, no solo deportivos, la competitividad justifica acciones y comportamientos irrespetuosos e incluso violentos. Pero en este paréntesis, los Juegos Olímpicos sacan a la luz lo mejor de la competitividad: la deportividad.
En este sentido las evidencias nos aseguran que, más allá de la victoria, la fama, el éxito o el dinero, lo que aporta felicidad y mejora la salud son las relaciones personales de calidad y las NAM son conscientes de esto. Una de las cualidades que contribuye a su atractivo es la solidaridad, porque buscan con sus acciones conseguir el bien de otros además del propio. Pero entonces ¿Pueden las NAM ser competitivos? Dentro de la diversidad NAM, la competitividad bien entendida, puede ser perfectamente una cualidad de una Nueva Masculinidad Alternativa. En los JJOO y en muchos otros contextos, podemos observar actitudes súper competitivas, que se esfuerzan por conseguir objetivos, por ganar y por superar y superarse, pero que a la vez promueven el respeto y que, desde este, hacen que mejoren todas las personas, compañeros y rivales.
Las NAM entendemos la competitividad como una oportunidad para mejorar bajo la presión que esta genera. Y esta actitud incluye, como no puede ser de otra manera, la alegría por la victoria, pero también por que los otros mejoren, sentir satisfacción al ganar, pero también al perder ante un competidor que ha sido mejor y entendemos esta situación como una oportunidad para hacernos mejorar a nosotros mismos.
Las NAM competirán en diferentes contextos sin perder un ápice de su solidaridad, respeto, posicionamiento ante cualquier forma de injusticia y de violencia, ganando atractivo tanto en la victoria, como en el aprendizaje que supone no ganar.
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