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El pasado lunes 2 de agosto se celebró la final de salto de altura de los Juegos Olímpicos de Tokio con un desenlace inédito, emocionante, mágico e inolvidable. El italiano Gianmarco Tamberi y el catarí Mutaz Essa Barshim compitieron durante dos horas en un concurso excelente. Ambos llegaron sin fallo hasta la altura de 2,37, a dos centímetros del récord olímpico. Sin embargo, ninguno de los dos logró superar el listón en los 2,39. Estaban empatados en todos los criterios posibles, así que les ofrecieron hacer un salto más para desempatar, que es lo que siempre se hace en estos casos. “¿Podemos tener dos oros?”, preguntó Barshim. El juez asintió y el resto es historia: se miraron, chocaron las manos, se abrazaron y ¡doble oro!. La alegría compartida inundó el estadio olímpico y también los medios y las redes sociales, que han destacado la deportividad que hay detrás del gesto.

Ya durante la competición se hizo evidente la especial complicidad entre ambos saltadores, pero ha sido en la rueda de prensa y en las declaraciones posteriores donde los propios protagonistas nos han destapado la intrahistoria que hay detrás de este acontecimiento histórico que ha sido posible gracias a la amistad. De hecho, Tamberi afirmó que no hubiera compartido la medalla con nadie más y que la experiencia es incluso más bonita al compartirla con un amigo. Pero, ¿cómo se forjó esa amistad? Una carta abierta del mismo Tamberi, titulada “My friend Mutaz”, nos da las claves: después de una grave lesión por la que Barshim ya había pasado, Tamberi no conseguía obtener los mismos resultados que antes de la lesión y se debatía entre dejar el deporte o continuar sufriendo para alcanzar una mejora incierta. En ese momento Barshim insistió en hablar con Tamberi,  aun a pesar de que el italiano se negó al inicio, “le dijo lo que le tenía que decir” (según las palabras del propio Tamberi), le apoyó y le animó. Los resultados empezaron a llegar poco después y el resto ya es historia.

Si bien es cierto que haber hecho un salto más hubiera puesto en riesgo el oro de ambos y, por tanto, su decisión fue también la más inteligente desde un punto de vista individual y egoísta, Barshim entonces y ambos ahora han sido generosos y solidarios, se han comportado delante del mundo como buenos amigos y lo han hecho en un marco incomparable como el de los Juegos Olímpicos. El caso nos hace pensar en cuán inspirador, necesario y potente es este sentimiento de la amistad para las Nuevas Masculinidades Alternativas y para generar contextos donde las relaciones entre hombres favorezcan la aparición de éstas. No es solo que la amistad se asocie a valores positivos, es que genera cosas maravillosas. Como Sara Ortega recogió en un artículo de este diario, Stanley Cohen, amigo de Rita Levi Montalcini y ambos ganadores del Premio Nobel en Fisiología o Medicina, le decía a Rita: “Tu y yo somos buenos, pero juntos somos maravillosos”. De la misma manera, Tamberi y Barshim son grandes atletas y constaran en los registros como campeones olímpicos, como tantos otros, pero juntos han escrito una historia imborrable que trasciende a sus victorias, al deporte y al olimpismo.

 

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