Las opciones de vivir en comunidad, compartiendo espacios comunes y con familiares y amigos es una opción cada vez más recurrente alrededor del mundo. En DF ya hemos recogido los ejemplos de Ciutat d’Elles, en Mallorca, o Ma Maison de Babayagas, en Francia. Encontramos ahora nuevos casos en Argentina, donde el cohousing -por su palabra originaria inglesa- está cada vez más extendido. El objetivo es claro: vivir mejor. Gracias a un comunidad construida con amigos, las personas mayores logran huir y superar la sensación de solitud y aislamiento.
Las comunidades “seniors” desean una vida más activa, más sana escapando del concepto de “jubilación” como el momento de “retirarse”. Todas las personas que viven en la comunidad tienen sus espacios donde disfrutar de su privacidad y tener cubiertas sus necesidades. Pero además comparten espacios comunes, se autogestionan a través de la organización por comisiones sin necesidad de haber una tutela externa y las tareas son distribuidas de manera natural entre los vecinos, desapareciendo las relaciones jerárquicas entre los miembros.
También cuentan con espacios que suponen extensiones de las mismas viviendas en las que se organizan actividades culturales, deportivas y artísticas según los intereses de la comunidad. Esta modalidad, se presenta como una clara alternativa para una vejez más feliz y sana rodeados de amor y amistad, factores destacados por la ciencia dados sus beneficios en la calidad de vida de las personas.
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