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Un criterio considerado imprescindible internacionalmente es escuchar a las víctimas, pero quienes afirman que no se dan las condiciones para el diálogo creen que así justifican no solo no escucharlas sino también atacar a quienes sí las escuchan.

Este criterio se defiende desde los valores feministas, las normas internacionales, las campañas institucionales, … porque así lo han demostrado las evidencias científicas de impacto social. Incluso coinciden en esa norma dos posturas muy enfrentadas. Una posición dice que hay que creer a las víctimas, otra posición dice que creer o no a las presuntas víctimas solo puede hacerse tras escuchar todos los diversos testimonios, incluyendo los presuntos agresores. Pero ambas dicen que hay que escuchar a las víctimas.

La corriente “no se dan las condiciones para el diálogo” forma parte de una ola machista que reacciona contra los avances que se están dando en que las víctimas sean escuchadas, en que ya no se sientan aisladas, en que puedan denunciar y sentirse en todo momento apoyadas. Ese machismo no se da solo en determinados entornos, sino que está penetrando en los más diversos contextos, incluyendo personas que ocupan cargos de igualdad o publican sobre este tema y usan esa disculpa para justificar el colocarse a veces en contra de las víctimas sin ni siquiera escucharlas.

Ese machismo las desliza pronto a sí escuchar y creer a las personas agresoras, a decir que las presuntas víctimas exageran (sin haberlas escuchado), que mienten, que están locas. Y, para intentar dejarlas aisladas, las atacan no solo a ellas sino también a quienes sí las escuchan y las apoyan.

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