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El racismo es una de las violaciones más graves a los derechos humanos del que cada vez existe mayor evidencia que afecta, no sólo a la dignidad de quienes lo sufren, sino también su bienestar físico y mental. Diversos estudios han hallado que tanto las mujeres como los niños y las niñas, experimentan efectos muy negativos en varios sentidos, su salud mental, el acceso a la atención médica y el desarrollo personal.

Una revisión de la literatura científica publicada hace unos meses por la APA, Scientific research illuminating the mental health impacts of racism and discrimination and more recoge cómo los niños y las niñas que crecen en entornos marcados por la discriminación racial enfrentan retos psicológicos significativos. Según los estudios analizados por la APA, la exposición continua al racismo genera estrés tóxico en la infancia, lo que puede derivar en problemas de ansiedad, depresión y dificultades en el desarrollo emocional. Además, los niños y las niñas racializadas tienen menos acceso a servicios de salud mental adecuados y a entornos que favorezcan su bienestar. 

Las investigaciones también destacan que el acceso a espacios seguros y de apoyo, como parques, bibliotecas y centros recreativos comunitarios, es un factor clave para mejorar el bienestar infantil. Las y los menores que tienen acceso a estos espacios muestran un mejor desarrollo emocional y un mayor sentido de pertenencia. Sin embargo, la falta de inversión en comunidades racializadas restringe este acceso, agudizando las desigualdades sociales y de salud mental. 

Combatir los efectos del racismo en mujeres e infancia requiere un enfoque multidimensional. Es fundamental que los sistemas de salud implementen políticas específicas para eliminar las disparidades raciales en la atención sanitaria, asegurando un acceso igualitario a los servicios de salud de calidad, del mismo modo que en el ámbito educativo y comunitario se deben promover iniciativas que garanticen la excelencia y la igualdad de oportunidades para todos y todas sin excepción.

El racismo es una amenaza global que impacta de manera profunda en la vida de las personas que lo sufren, especialmente si son mujeres y menores y superarlo requiere de profundas transformaciones sociales. Proteger la salud mental y el bienestar de estos grupos vulnerables no sólo es una cuestión de justicia social, sino una necesidad urgente para garantizar la construcción de sociedades más equitativas y humanas. 

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