Las fuentes consultadas aportan experiencias muy duras: “Me gritó hasta hacerme llorar ordenándome que no dijera a nadie el trato que había recibido. Me hizo sentir chivata con frases como “no eches leña al fuego”, “no hay que decirlo todo”. Cuando se atrevieron a hablar varias de las que estaban sufriendo parecidas situaciones, se decidieron a explicar lo que las pasaba y a pedir apoyo. Pocas personas, pero muy valientes y maravillosas, acudieron a su petición de ayuda y así lograron superar esos problemas que en algunos casos habían supuesto necesidad urgente de atención psicológica y somatizaciones importantes. Mejoraron mucho cuando hicieron caso de lema internacional “Tell someone”, cuya traducción es “díselo a alguien”.
En ese momento, quien la había gritado exigiendo silencio se lanzó de una forma compulsiva a decir que se estaban comportando mal con sus amistades tanto ellas como quienes habían acudido a su demanda de apoyo. De su lista de “amistades” borró a las víctimas que se habían atrevido a hablar sustituyéndolas por las personas que habían hecho lo mismo que ella. Su compulsiva actividad para explicar su versión que revictimizaba a las víctimas fue acompañada de total negación al diálogo con quienes habían sufrido el problema y con quienes las habían apoyado.
En nuestras universidades ese patrón de comportamiento se ha dado en una escala todavía mucho mayor. Quienes con más violencia han impuesto la ley del silencio son quienes más han difundido a los cuatro vientos las mentiras sobre las víctimas que se han atrevido a hablar y especialmente sobre quienes más las han apoyado, quienes más han hecho revictimización y violencia aisladora La primera estudiante que motivó la primera denuncia, cuando ya era profesora, hizo en su consejo de departamento la propuesta de que estuviera prohibido gritar o insultar a cualquier persona y, especialmente, al personal más precario. El director, con apoyo de la mayoría de sus miembros, se negó a pasar a debate ese tema. Ese mismo director, y el profesorado cómplice, no pararon de difundir en los pasillos y algunos también desde direcciones anónimas de mail y redes sociales todo tipo de mentiras sobre quien hizo esa propuesta.
Aunque todavía son minoría en las universidades, cada vez hay más personas valientes que piden y exigen que se acaben las mentiras, que toda víctima pueda hablar diciendo la verdad sin que reciba ningún tipo de represalia ni ella ni quienes la apoyan.
Vicedecana de Igualdad, Diversidad e impacto Social (Universitat de València). Investigadora Principal del grupo de investigación White Rose Research Center. Ha publicado su investigación sobre el club de valientes violencia cero con un gran impacto científico y social.
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