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Recientemente se han hecho públicas acusaciones de acoso sexual que señalan a Íñigo Errejón, político español y miembro destacado del partido Más País. A raíz de estas denuncias, se ha desatado una controversia que ha puesto en el centro de atención tanto la gestión del caso por parte del partido como el papel de algunas mujeres dentro de la organización que, presuntamente, habrían actuado para frenar la visibilización de estas acusaciones. Este tipo de situaciones desvela cómo, en ocasiones, mujeres dentro de ciertas estructuras de poder terminan apoyando el encubrimiento en lugar de solidarizarse con las víctimas, victimizando al presunto agresor en un intento de proteger la imagen del partido.

Este escándalo ha resaltado que la violencia machista y la complicidad ante ella no tienen color político; ni siquiera aquellos partidos que abanderan el feminismo están exentos de problemáticas relacionadas con el encubrimiento y la defensa de sus propios intereses por encima de la justicia. En estos casos, se puede ver cómo el discurso feminista, tan promovido en ciertos sectores, se emplea como herramienta política, dejando de lado la auténtica defensa de las víctimas. No se trata únicamente de hombres que perpetúan el machismo o mujeres que defienden el feminismo; en las estructuras de poder encontramos tanto hombres que alzan la voz contra la violencia machista como mujeres que, desafortunadamente, la encubren o minimizan.

Este caso también cuestiona la narrativa que muchas veces asume que todos los hombres son opresores y todas las mujeres víctimas o defensoras del feminismo, ya que, como demuestran estas denuncias, las posturas frente al acoso y a la violencia machista son mucho más diversas y complejas. Es momento de reconocer que la responsabilidad en la lucha contra la violencia de género no es exclusiva de un género o de una ideología, sino un compromiso de quienes deciden tomarlo.

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