No es cierta la banalidad del mal que Hannah Arendt defendió en su libro Eichman en Jerusalen. Dado que era una reputada politóloga, desde entonces su aserción ha tenido éxito en muchos ámbitos, pero también ha sido objeto de críticas, a las cuales me sumo.
Entre otros incalculables males, el mal presente ahora mismo en Siria, donde en Guta Oriental los bombardeos han causado la muerte de más de 400 civiles en cinco días además de numerosos heridos, ¿es un mal banal? Que el presidente sirio ordene bombardear hospitales y ambulancias, matando y privando de socorro médico, ¿es banal? ¿Trivial, fútil, insubstancial? …. La lista de posibles sinónimos es larga, y tan inaceptable como el concepto primigenio. Lo único válido es preguntarse, ¿puede conciliar el sueño Bashar al Asad, duerme tranquilo? Alguien debería estudiar la indiferencia de los malvados y su capacidad de conciliar el sueño. Quizás ya se ha hecho, pero yo lo ignoro.
Y caben más interrogantes. ¿Duermen impasibles los pilotos de los aviones, así como los soldados que lanzan las bombas? ¿Alguna vez miran hacia abajo? Cuestiones que no pueden ser contestadas con la suposición esgrimida por Arendt de que a los ejecutantes no les importan las consecuencias de sus acciones, se limitan a cumplir órdenes y con ello el mal cae en la banalidad. ¡No, imposible!… Se es sensible, o no; se tienen buenos sentimientos o no. ¿Qué ocurriría si ningún hombre o mujer se prestara a ir a la guerra?
No es una pregunta banal, en absoluto. No sería banal que todos estos capitostes que se sientan a una ancha mesa para dialogar, diseñar estrategias, decidir el envío o no de tropas mientras lejos de ellos se destruyen pueblos, ciudades y, lo peor, vidas, no sería banal que no obtuvieran obediencia por parte de los convocados a guerrear. Podría ocurrir, ocurrirá cuando la ciudadanía se atreva a dar pasos adelante en el desarrollo social.
Algunas personas lo están haciendo. Recientemente, en Bilbao lo hizo un bombero, Ignacio Robles, que se negó a trabajar en el puerto para un cargamento de explosivos vendidos por España a Arabia Saudí, país que lidera la guerra en Yemen iniciada en 2014. Tres años de masacres que podrían calificarse de superlativas si acaso alguna guerra no fuera pura masacre. Robles se halla pendiente de ser suspendido de empleo y sueldo, demostrándose, por un lado, que puede pagar cara su valentía, y por otro, que los dirigentes no pueden permitirse que su ejemplo cunda.
Ni la bondad ni la maldad son banales, precisamente porque sus consecuencias son determinantes y muy diferentes.
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