Las aberraciones de Silvio Berlusconi solo son igualables a la aberración de sus votantes. Tras años y años de problemas con la Justicia, tras años y años de escándalos sexuales con menores incluidas, el partido del que fuera Primer Ministro de Italia forma parte ahora del gobierno de Giorgia Meloni. Aquí no ha pasado nada, y así el señor Berlusconi ha podido permitirse una nueva procacidad, en voz alta y a plena luz.
En una cena con los jugadores del AC Monza, equipo de fútbol del que es propietario, prometió a los futbolistas un autobús lleno de prostitutas si ganaban en sus próximos encuentros. La noticia ha aparecido en todos los medios de comunicación, aunque como simple anécdota. Risitas bajo la nariz y poco más.
Prostituidor, neologismo necesario para calificar a un hombre que lo mismo prostituye a mujeres que prostituye a una parte de la sociedad, la que pasa por alto su catadura. Por lo demás, detengámonos a examinar los elementos implícitos en su ofrecimiento.
De nuevo queda claro lo que las mujeres representan para Berlusconi: objetos de placer a la venta. Me compro un Rolex de oro si tengo dinero, me compro la muchacha que me apetece si tengo dinero, organizó un autobús con prostitutas si tengo dinero. Esta sería la imagen más visible de su oferta, pero es que, además, Berlusconi da por sentado que todos sus jugadores apreciarán el regalo, que a todos les gusta ir de prostitutas. “Cree el ladrón que todos son de su condición”, dice el refrán.
Y aún otra vertiente. No le importa en absoluto lo que puedan pensar y sentir las parejas de los jugadores. Para él son invisibles, no cuentan. Y así sigue adelante, incólume. Viejo verde, le habrían llamado nuestros abuelos. Ahora no, sería políticamente incorrecto. Mejor un neologismo.
