No contemplan en perspectiva ni pareja ni descendencia, consecuencia inmediata de la no emancipación de la ascendencia. Así de triste ve el futuro la juventud, encallada en casa de los progenitores, sin trabajo o con uno de precario, las puertas cerradas durante la pandemia y sin vislumbrar una apertura alentadora.

El caso es que, según diversos sondeos, tanto ellas como ellos no se plantean procrear. Se comprueba que la pandemia les ha afectado psicológicamente, pero, ¿en qué sentido en cuanto a tener o no descendencia? Es posible que renuncien a ello por motivos económicos, al conjeturar que nunca dispondrán de suficientes recursos. Este sería un motivo con posibilidades de reversión, si las condiciones monetarias mejoraran. Otro motivo más decisivo sería el de no desear traer nuevos seres al mundo por considerarlo inhóspito, nocivo, lleno de padecimientos.

Ambos sexos se plantean como máximo una pareja estable, y con suerte, un domicilio compartido pero sin niñas o niños para completarlo. Lo cierto es que, al margen de dar crédito a las encuestas o ponerlas en duda, existe un dato irrefutable: en 2020, la tasa de natalidad cayó un 20% en España. Permanecer confinados podría haber propiciado la procreación, pero no lo hizo. Miedo al porvenir, raciocinio tomando una concluyente dirección.  

 

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