El pasado domingo una estudiante de segundo curso de la Dhaka University, en Bangladesh, fue presuntamente agredida sexualmente cuando se dirigía a casa de una amiga. Tras una semana de movilizaciones al respecto, un presunto sospechoso ya ha sido arrestado por la policía bangladesí.
Durante toda la semana las calles de Bangladesh han sido llenadas por manifestantes que, en primer lugar, reclamaban la detención del autor y, en segundo lugar, que se hiciera justicia y que los casos de agresiones sexuales resulten en condena y no pasen desapercibidos. Ya el pasado mes de abril de 2019 una joven de diecinueve años, Nusrat Jahan Rafi, fue abrasada viva cuando denunció la agresión por parte del director de su escuela en el mismo lugar, Bangladesh. En aquel momento la policía y la escuela ignoraron sus quejas, pero más tarde fueron condenadas a muerte –puesto que la pena sigue vigente aunque debería ser abolida– tanto el agresor como los y las cómplices de este.
Hechos como el de Nusrat Jahan Rafi son los que una parte de la sociedad de Bangladesh reclama evitar. Aunque después del suceso el gobierno ordenó que unas 27.000 instituciones educativas en el país formaran comités de cinco miembros, encabezados por maestras, para combatir la violencia de género y el acoso, los procesos judiciales siguen siendo lentos, si no nulos. El pasado año un ministro de gobierno afirmó que desde 2014 hasta 2017 hubo 17.389 casos registrados de agresión sexual, las víctimas de los cuales fueron 13.861 mujeres y 3.528 niños y niñas. Así mismo, la organización pro derechos de las mujeres Naripokkho realizó un estudio de caso en seis distritos de Bangladesh en los que desde 2011 a 2018 se reportaron 4.372 casos, de los cuales solo cinco resultaron en condena.
Por el momento, el caso a la agresión de la estudiante de la Dhaka University está bajo investigación mientras un sospechoso ya ha sido detenido por haber cometido otros casos en el mismo barrio y la víctima está en proceso de recuperación traumática. Se desconoce nueva información al respecto, pero lo que sí está claro es que ni las condenas de muerte ni el silencio son soluciones efectivas. Por la memoria de las tantas personas que han sido y fueron agredidas, entre ellas Nusrat, la sociedad bangladesí reclama un cambio social por el bien de las mujeres, jóvenes y niñas.
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