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El programa de investigación científica europeo incluye la dimensión de género. Por el contrario, en España todavía se usan recursos públicos para publicar, como ha hecho recientemente una revista de un ministerio,  un “estudio” realizado por un equipo de tres hombres con el que dicen a decenas de miles de mujeres que lo están haciendo “mal” y lo que “tienen que hacer” para corregirlo.

Con frecuencia, esos escritos antifeministas se presentan con la etiqueta de “científicos” para tratar de imponer a las mujeres que hagan lo que ellos deciden. Sin embargo, las posibilidades que da hoy la ciencia abierta suministran innumerables evidencias para dejar claro que no son científicos. El mencionado artículo no solo no cumple el requisito de la dimensión de género sino tampoco los demás requisitos de los programas de investigación científica internacionales como la co-creación y el impacto social.

La co-creación exige que la creación de conocimientos científicos se haga en diálogo con las personas que hacen las actividades objeto del estudio o reciben sus consecuencias. Decenas de miles de mujeres decidieron leer en las tertulias literarias dialógicas las obras que ellas libremente decidían y dialogarlas en las formas que ellas decidían. Han recibido felicitaciones de premios nobel, se han publicado sus excelentes resultados en Harvard, Cambridge y muchas de las mejores revistas científicas de diferentes ámbitos, en todos esos casos, en diálogo con ellas. Sin embargo, esos tres hombres consideran que no necesitan diálogo con ellas para saber lo que hacen, se escudan en sus conocimientos estadísticos para decir a las participantes lo que tienen que hacer. Sin embargo, su “estudio” tiene fallos estadísticos tan elementales como inferir conclusiones generales y dar consejos con una muestra de una sola escuela sobre unas TLD que se hacen en más de 15000 lugares del mundo. Tienen fallos elementales incluso desde el cerrado enfoque estadístico que defienden como la no existencia de grupo de control. 

El impacto social exige evidencias de la mejora de las vidas de la ciudadanía generada con las investigaciones. No hay ninguna evidencia de que esos tres “investigadores” hayan mejorado los resultados educativos en ningún lugar y menos aún en al ámbito concreto de las TLD. Las científicas no aceptamos los “estudios” antifeministas y menos de ese tipo porque, como ya ha publicado una excelente investigadora en otro artículo, “sería como dar crédito a alguien que, sin haber participado nunca de una cirugía cardíaca, pretendiera evaluar y dictar cómo se realizan las operaciones de corazón”.

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