Norma Falconi nació en Ecuador (Guayaquil), pero emigró a Cataluña a finales de los años 90. Desde ese momento, se convirtió en una de las referentes de la lucha para los derechos de los y las migrantes y en contra de la Ley de Extranjería, tanto en Cataluña como en el conjunto del Estado español.
Lideró las movilizaciones y encierros en parroquias e iglesias de la ciudad de Barcelona con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las personas migrantes y conseguir la regularización de su situación. Fundadora del Sindicato de Trabajadoras del Hogar Sindihogar / Sindillar, Falconi habla sobre la importancia del reconocimiento de las luchas y los derechos de las que cuidan.
¿Cuáles fueron los antecedentes del movimiento Papeles para todas y todos?
Este movimiento empezó trabajando en el estudio de las leyes de extranjería, enfocándonos en aspectos como el derecho al voto, dando a conocer los centros de internamiento para inmigrantes (CIES). Fue ese el momento en el que yo aprendí lo que era un CIE y las condiciones horribles en las que las compañeras vivían. Con toda esa experiencia iniciamos una campaña y empezamos a trabajar de forma conjunta. Desde los años 90 hemos luchado de forma conjunta con los movimientos sociales.
Después iniciamos el encierro en las parroquias, al enterarnos de que había personas durmiendo en algunas plazas de Barcelona, como la Plaza de Cataluña o la Plaza de Sants. Una vez empezamos a hacer las primeras asambleas, a organizarnos y a llevar a cabo las primeras movilizaciones empezaron los problemas, porque este tipo de realidades se empezaron a visibilizar y empezaron a molestar, especialmente a la administración, con la que en ese momento era prácticamente imposible realizar cualquier tipo de negociación.
A mí me nombraron “la cara de la lucha”, porque yo sabía castellano y conocía la Ley de Extranjería, me tenían confianza plena. Todos nuestros compañeros que formaron parte de la lucha en ese momento salieron con papeles, con trabajo y, muchos de ellos, también cuentan ahora con una vivienda.
Tu propuesta para conseguir derechos para las mujeres trabajadoras, en cambio, surge a través del Sindicato Sindihogar/Sindillar.
Después de toda esa lucha para conseguir papeles para esas personas, yo me quedé con la espinita al ver que no había una salida para las trabajadoras del hogar. En ese momento muchas personas nos preguntábamos cómo era posible que en este país no existiera una ley que protegiera a las trabajadoras del hogar.
Empezamos a ejercer una cierta presión, saliendo a la calle, manifestándonos. Empezamos a visibilizarnos, a decirle a la ciudad que existíamos, que hacíamos un trabajo y que este debía ser valorado. Fue una lucha de largo recorrido y poco después, decidimos fundar el Sindicato Sindihogar, que ya cuenta con doce años de trayectoria.
Actualmente, contamos con dieciséis proyectos en curso para auto-gestionarnos, con los que vamos sobreviviendo. Nuestro principal objetivo es que las compañeras no solamente tengan papeles, sino que tengan los derechos igual que cualquier otro trabajador o trabajadora de este país. Que tengan derecho al paro. El gobierno más democrático de España, el año pasado, sacó una ley diciendo que íbamos a tener derecho al paro, que se cumple justo este mes de octubre, pero se olvidó de que las trabajadores del hogar llevamos veinte, veinticinco años trabajando y en cambio no se reconoce la retroactividad.
Formas parte y gestionas activamente el Centro Francesca Bonnemaison, un centro de cultura para mujeres diversas, un espacio de referencia para el intercambio de los distintos feminismos en la ciudad de Barcelona. ¿Cómo surge esta propuesta?
Desde que llegué a la ciudad de Barcelona, siempre he buscado la militancia del feminismo, porque yo vine siendo mujer trabajadora sindicalista y feminista. Entonces, yo pensaba: “Vengo a un país desarrollado, me voy a encontrar con mejores condiciones para militar en lo que a mí me gusta, ¿no?”. Pero no, me encontré con muchas dificultades para que, desde el feminismo blanco, se me reconociera como feminista.
Así que, en ese momento, las feministas migrantes les dijimos a las compañeras feministas blancas que, aunque ellas no nos quisieran, nosotras todos los ocho de marzo íbamos a salir a las calles.
Y este es el granito de arena que nosotras hemos puesto cada año en la lucha feminista, para que también se reconocieran nuestras reivindicaciones, que no se parecen en muchas ocasiones a las de las feministas blancas. Reivindicaciones como el hecho de que muchas mujeres no tienen papeles, sus hijos – muchos nacidos aquí- tampoco tienen papeles, no cuentan con ningún tipo de ayuda, aunque haya discursos que afirmen que nosotras les quitamos el trabajo, las becas, la comida… a las demás personas. Eso es mentira.
Cuando no tienes papeles, no tienes nada. Entonces, nuestra lucha es para que se reconozca, dentro de las reivindicaciones del movimiento feminista, el feminismo migrante. Algo que sigue siendo todavía un problema. En ese sentido, el espacio Francesca Bonnemaison representa un espacio seguro, un espacio bonito, donde las compañeras se puedan sentir alegres, aliviadas, donde pueden desarrollar actividades artísticas, porque no solamente venimos a cuidar, ¿verdad? Venimos también a hacer el traspaso de nuestra cultura, de todos nuestros saberes.
Nosotras peleamos por eso, porque todas las mujeres sean tomadas en cuenta, porque el feminismo será anti-racista. Solamente si es antirracista, podrás hacer un feminismo real. Porque tiene que ser una lucha conjunta, porque todas somos mujeres, simplemente por eso. Existe un objetivo común, que es el de que todas podamos ser libres, podamos sentirnos seguras.
¿De qué manera se interseccionan la vulneración del derecho a la vivienda con las vulneraciones de los derechos de los y las migrantes?
Siempre se ha hablado de la inmigración en España como algo “nuevo”, aunque no lo es. Lo que pasa es que España nunca ha reconocido el hecho de tener esta población en su seno.
En este sentido, sí, la vivienda es un tema fundamental, es una cuestión de derechos. No se pueden escudar en las leyes de extranjería ya que somos personas que tenemos derecho a tener acceso a la vivienda.
Sin embargo, en la práctica se nos ponen muchas trabas. Los precios del alquiler suben y no hay actualmente ningún gobierno que haya sido capaz de parar la ambición de las inmobiliarias. No se trata únicamente de una problemática de salarios precarios, del trabajo en la economía sumergida, sino que directamente no tienes un techo donde ubicarte, cuando el ser humano tiene que tener un techo. No se piensa en lo más elemental, que es una vivienda para una familia. ¿Cómo vas a tener hijos si estás en la calle? Y si estás en la calle con hijos, te los quita la DGAIA y no tienes posibilidad de recuperarlos.
La vivienda no es un capítulo más, es el centro también de nuestras reivindicaciones. Porque si España no tiene hijos, la migración sí los tiene y a esos hijos también hay que cuidarlos, porque han nacido en ese territorio. Porque esta sangre nueva, que es la inmigración, es la que está haciendo cambiar, no solamente los colores de la ciudad, sino también de los pensamientos filosóficos y de la economía.
¿Por qué y de qué manera es importante reconocer los cuidados en nuestras sociedades y garantizar los derechos de las personas que se dedican a este sector?
Bueno, la lucha que viene haciendo el sector del trabajo del hogar, primero, es para que se reconozcan los derechos de las canguros, las que cocinan, las que limpian, las que cuidan a personas dependientes.
Desde Sindihogar, lo que estamos tratando es de que, en primer lugar, se reconozca el trabajo que se realiza, que se valore. Porque ese ejercicio cotidiano de limpieza, de cuidar a los niños, de planchar, de tener la comida lista para todas estas mujeres que van a trabajar a las empresas, o que hacen política, es muy importante. Porque, gracias a las que están en las casas, ellas pueden hacer ese trabajo. También los hombres, porque ellos llegan a casa, se sirven y ya está, pero no se acuerdan de que hay una persona que les está haciendo ese trabajo. Para nosotras, no basta solamente con la visibilización, sino que también las leyes se adecuen a la realidad moderna en la que estamos. No es posible que en pleno siglo veintiuno todavía haya esclavas, ¿no? Limpiando, cuidando, muriendo, sin que la gente se entere.
Aunque cuidemos de la vida, a nadie le importa. Y entonces, somos nosotras las que tenemos que ponerlo en el centro de discusión, en el centro de la mesa, por eso convertimos nuestras reivindicaciones en palabras y en frases como “cuidar a las que cuidan”.
Nosotras siempre les decimos a las feministas que no hay 8-M sin 30-M, porque el 8 de marzo es el día de la mujer trabajadora, pero el 30 de marzo es el día de las trabajadoras del hogar. Mientras nosotras sigamos despojadas de derechos, no seremos libres, y tampoco el feminismo lo será.
“Nuestra lucha es para que se reconozca, dentro de las reivindicaciones del movimiento feminista, el feminismo migrante”
Norma Falconi Tuit
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