Andreza Carvalho (2021) explica que Jean-Georges Noverre es conocido por ser el precursor del ballet narrativo y su obra“Cartas sobre la Danza” se sigue leyendo; sin embargo quien había ideado lo que que él recogía fue Marie Sallé (1707-1757) que las llevó a la práctica aunque como mujer no las podía publicar. Otro coreógrafo muy famoso, George Balanchine tomó muchas ideas de Bronislava Nijinska (1891-1972) bailarina de Ballets Russes:“Cuando Balanchine me pedía que hiciera esto o lo otro, yo ya lo conocía por Nijinska”, dijo Maria Tallchief, una de las bailarinas más importantes asociadas a Balanchine” […] desafortunadamente como Sallé, Nijinska se vio frenada debido a las circunstancias de la época: siendo mujer, Nijinska no podía hacer negocios por ella misma y dependía de su esposo para los asuntos legales, lo que terminó limitando sus oportunidades de tener estabilidad para la continuidad de su trabajo”.
En 1982 el Comité Internacional de Danza, perteneciente al Instituto Internacional de teatro creó el Día Internacional de la Danza, eligiendo el 29 de abril como fecha por ser el día en el que nació Jean-Georges Noverre.
En #8M. MUJERES EN DANZA en 2019 se reflexionaba sobre desigualdad de género, sexismo y herencias patriarcales en la danza, dando voz a diez mujeres de la coreografía, la interpretación, la docencia, la programación, la gestión y la comunicación alrededor de la danza. Elvira Giménez explicaba que “La danza cuenta además con la imposición social de estrictos estereotipos físicos que durante la maternidad aparta a las mujeres de los escenarios, hace invisibles sus cambios corporales y en algunos casos invalida a las creadoras como si tuvieran una enfermedad”. Mar Giménez destacaba que “Aunque se conciba como una profesión feminizada – solo hay que asistir a cualquier audición para ver que el número de mujeres es mucho más elevado que el de hombres- el protagonismo de las mujeres en la danza no se mantiene cuando hablamos de dirección y creación coreográfica, y no es solo una cuestión de número, sino de la escasa visibilidad de ellas. Pero si además hablamos de la presencia de las mujeres en el campo de la gestión de instituciones culturales la desigualdad aumenta notablemente”. Y Barbara Sánchez expresaba: “En la dirección de centros de creación, conservatorios, festivales y teatros pasa lo mismo. Están la mayoría en manos de hombres, así como en los carteles de programaciones sigue predominando en número los artistas masculinos. Y para acabar, apuntar el tema de la falta de reconocimiento a los nombres femeninos”.
Razón no le falta, porque existen esas mujeres, desde históricas como Marie Sallé (Francia, 1707-1757) o Marie de Camargo (Francia, 1710- 1770), hasta precursoras del ballet clásico como Anna Pavlova (Rusia,1881- 1931),Margot Fonteyn (Inglaterra, 1919-1991),Maya Plisètskaya (Rusia, 1925-2015),Alicia Alonso (Cuba, 1920-2019)o Yvette Chauviré (Francia,1917-2016), o más contemporáneas como Sylvie Guillem (Francia, 1965), Julie Kent (EEUU,1969), Diana Vishneva (Rusia,1976), Gillian Murphy (Inglaterra, 1979), Alina Cojocaru (Rumanía,1981), Misty Copeland (EEUU,1982), Marianela Núñez (Argentina,1982), Ludmila Pagliero (Argentina,1983), Polina Semionova (Rusia,1984), Olga Smirnova (Rusia, 1991), Yasmin Nagdhi (Inglaterra, 1992). O españolas de diversas procedencias como Roseta Mauri (1850-1923), María de Ávila (1920 – 2014), Ana Laguna (España,1954), Lola Greco (España, 1964), Tamara Rojo (España, 1974) o Lucía Lacarra (España, 1975). Algunas de ellas reconocidas entre las mejores bailarinas del mundo.
También en danza española como Mariemmma (1917- 2008) y en flamenco como Juana La Macarrona (1870 – 1947), Pastora Imperio (1887-1979), La Argentinita (1898-1945), Carmen Amaya (1918-1963) o más contemporáneas como Cristina Hoyos (1946), Eva Yerbabuena (1970) o Sara Baras (1971), entre muchas otras.
En danza contemporánea, precursoras como Isadora Duncan (EEUU, 1877 – 1927), Loïe Fuller (EEUU,1862 –1928) ,Mary Wigman( Alemania, 1886 – 1973), Hanya Holm (Alemania, 1893-1992) ,Martha Graham (EEUU,1894 – 1991), Doris Humphrey (EEUU, 1895-1958) o Pina Bausch (1940- 2009) . En nuestro contexto Tórtola Valencia (España,1882- 1955),Aúrea Sarriá (España,1889 – 1974)Carmen Tórtola (España 1882- 1955),Josefina Cirrera (Barcelona, ?-1987,Pilar Sierra (Madrid, 1927-¿), Anna Maleras (1940), Carmen Senra (1944),Carmen Werner (España, 1953), Teresa Nieto (España, 1953), Margarita Guergué (Barcelona, 1957), Àngels Margarit (1960), La Ribot (1962), Maria Rovira (España,1963), Maria Rovira (España,1963),Blanca Li (España 1964 )o Sol Picó (España, 1967), entre muchas otras bailarinas.
Los cambios sociales también influyen en la danza. Hasta hace poco casi no existían en el mercado norteamericano zapatillas de ballet pensadas para bailarinas negras. Una protesta con 169.000 firmas acusando de racistas y excluyentes a los grandes fabricantes de zapatillas, ha hecho que esto cambie, a partir del movimiento Black Lives Matter fabricando, además de la gama de satén rosa, zapatillas marrones y ocres para bailarinas. Porque durante muchísimos años, por ejemplo, las bailarinas de Dance Theater of Harlem, compañía neoyorquina de ballet clásico íntegramente afroamericana, han tenido que pintar con una base de tonalidades marrones las zapatillas de satén rosa, las únicas disponibles en el mercado; esta tarea tiene un nombre: pancaking.
En 2020 la bailarina francesa Chloé Lopes Gomes acusó a la dirección de la compañía de ballet Staatsoper de Berlín por querer que se maquillara de blanco en «El lago de los cisnes». Tahir Della, de la Iniciativa Schwarzer Menschen in Deutschland (ISD) evidencia que “el tipo inverso, blackfacing, también es una práctica en las artes escénicas y también controvertida. «Las personas negras se reducen al color de su piel y características estereotipadas como pelucas y orejeras o anillos en la nariz, ese es el factor discriminatorio», explica sobre un tipo de caracterización muy habitual en el ballet desde el siglo XIX”. La denuncia de Lopes, muestra Rosalía Sánchez ( 2020) dió pie al #BlackDancersMatter europeo en otoño del año pasado, “cuando cinco bailarines de la Ópera de París publicaron un manifiesto contra el racismo en el ballet […][ llamando] a «romper la discriminación racial y el silencio que la rodea en la ópera». Fue firmado por 400 de los casi 2000 empleados de la Ópera de París y exige la «abolición oficial y definitiva del blackfacing en ballets y óperas”, además de reivindicar que los bailarines negros reciban equipo y mallas que coincidan con su tono de piel”.
Debemos recordar a Katherine Dunham (EEUU, 1910 -2006) en 1940 formó la primera compañía de danza Estados Unidos con todas y todos miembros afroamericanos. Tuvieron que enfrentarse al racismo y la segregación. Coreografió varias revistas a partir de investigación antropológica en el Caribe. En 1936 se tituló en Antropología Social por la Universidad de Chicago. También a la ya citada bailarina de danza clásica Misty Copeland (EEUU,1982) que el 30 de junio de 2015 se convirtió en la primera afroamericana en ser promovida a bailarina principal en los 75 años de historia del Teatro de Ballet Estadounidense. Ha escrito tres libros, dos autobiográficos y uno de literatura infantil, y narró un documental sobre los desafíos de su carrera, titulado Un cuento de bailarinas. Y a Janet Collins (1917-2003), la primera y única afroamericana en convertirse en Primera Bailarina en el Metropolitan Opera de Nueva York, que aunque tenía gran reputación y éxito, no podía ir de gira por los estados del sur, por la segregación racial. Collins luchó contra la segregación, pero nunca pudo alcanzar el éxito que se merecía por sus cualidades artísticas. También a Germaine Acogny, bailarina y coreógrafa senegalesa considerada la creadora, la pionera , de la danza africana contemporánea; ha recibido un León de oro en 2021 por el conjunto de su obra en la Bienal de Venecia. Y muchas más mujeres en los diversos continentes.
Desde la danza popular fue precursora la afroamericana Joséphine Baker (EEUU, 1906 – 1975) activista en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Coretta Scott King le ofreció el liderazgo no oficial del movimiento en 1968 tras la muerte de Martin Luther King, pero lo rechazó. Colaboró con la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial contra los nazis siendo espía francesa, y recibió el honor militar francés, la Croix de guerre. Considerada la primera vedette y estrella internacional.
También desde la educación podemos visibilizar curricularmente a todas estas mujeres. Existen libros informativos que podemos incluir en las bibliotecas de aula. Sobre ballet clásico podemos encontrar Anna Pavlova la chica que bailaba con el corazón ( Salvat Mujeres Extraordinarias) y Swan. The life and dance of Anna Pavlova de Laurel Snyder y Julie Morstad (Chronicle Books LLC,2015) en inglés. Alicia Alonso Prima Ballerina de Carmen T. Bernir-Grand y Raúl Colón (Two Lions, 2014) en inglés. Misty Copeland de Laurie Calkhoven y Monique Dong ( Simon Spotlight, 2016) en inglés. Y Brave Ballerina : The Story of Janet Collins de Michelle Meadows y Ebony (GlennHenry Holt & Company Inc, 2019) en inglés.
Sobre danza contemporánea Isadora Duncan: la bailarina del mar de Patricia Alonso (Hotel Papel, 2010) e Isadora Duncan, la bailarina que revolucionó el arte de la danza( Salvat Mujeres Extraordinarias) . Y Pina Bausch de María Isabel Sánchez y Hanna Barczyk ( Alba, 2021), que también está en catalán. Y Josephine Baker de María Isabel Sánchez y Agathe Sorlet (Alba, 2019) o Carmen Amaya de María Isabel Sánchez (Alba, 2018).
Para los futuros maestros y maestras contamos con novelas gráficas sobre danza como Polina de Bastien Vives (Diábolo, 2016), To Dance: A Ballerina’s Graphic Novel de Siena Cherson Siegel y Mark Siegel ( Atheneum Books for Young Readers,2006) en inglés e Isadora de Julie Birmant y Clément Oubrerie (Selfmadehero, 2016) en inglés.
También existen numerosos libros para acercarnos a ballets concretos como Ballet Bauhaus: un espectáculo desplegable de Leslye Barnes y Gabby Dawnay (Bklume, 2019) un pop-up precioso inspirado en el Ballet Triádico de Oskar Schlemmer. O Giselle de Ines Martín (Tres Hermanas, 2020) inspirado en la adaptación coreográfica del ballet Giselle de Joaquín De Luz, con la finalidad de hacerla más accesible y que su historia pueda llegar más lejos, dentro y fuera de los teatros, dentro de un proyecto educativo de la Compañía Nacional de Danza dirigido a niñas y niños de entre 8 y 12 años de edad ideado para implementarlo en los centros educativos, los conservatorios profesionales de danza, las escuelas municipales de danza y en los proyectos educativos de las programaciones de los teatros, en los cuales paralelamente la CND representa el ballet Giselle durante sus giras. Otra opción es el álbum ilustrado El lago de los cisnes de Charlotte Gastaut y Jorge González (Thule, 2016) con troqueles basado en el libreto del ballet de Chaikovski. Hay muchos libros sobre otros ballets.
Hay muchas posibilidades para realizar proyectos interdisciplinares para visibilizar a las mujeres de la danza, no deberíamos desaprovecharlas. Porque la danza no debería entenderse como un privilegio elitista. Todo el mundo debería tener la posibilidad de acceder a ella, de disfrutarla, en sus diversas manifestaciones, incorporando también la que se genera en las diversas culturas urbanas. Muchas de las mujeres citadas, y muchas otras, rompieron las barreras género, de clase y de raza, entre otras muchas. Nos abrieron camino y lo siguen abriendo para nuevas generaciones. Recuperarlas para el imaginario colectivo es necesario.
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Reddit (Se abre en una ventana nueva)
- Más