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Un estudio llevado a cabo por la empresa Fit Rated en 2017, sobre el acoso sexual en los gimnasios visibilizó que más del 70% de las mujeres que participaron en el mismo, había experimentado situaciones desagradables e intimidatorias. La encuesta reflejó otros datos como por ejemplo que más del 90% declaró resultarles incómodo que las miraran mientras hacían ejercicio o que casi la misma cantidad no disfruta cuando se coquetea con ellas.

La reacción que más del 41% de las mujeres reconoció haber tenido tras vivir ese tipo de situaciones, fue la de evitar ciertas zonas del gimnasio. Más del 66% declaró que esas experiencias generaron un impacto negativo moderado en ellas como comenzar a usar auriculares para aislarse o tornar una expresión facial más desagradable. En el 25% de las participantes el acoso sexual que sufrieron desencadenó en el abandono de la actividad y dejaron de asistir al gimnasio. Sólo menos del 8% eligió enfrentarse al acosador.

Si bien, el 22% de las entrevistadas contó que alguien, un compañero o una compañera, había intervenido con el fin de ayudarla (bystander intervention) el estudio de Fit Rated, extraía entre otras conclusiones, que las cifras mostradas llevan a pensar que las instalaciones de los gimnasios no estaban haciendo todo lo posible para frenar a los acosadores. 

Según informó healthista.com a raíz de que diferentes medios de comunicación se hicieran eco del estudio de Fit Rated y otras investigaciones sobre acoso sexual e inspiradas por el movimiento #MeToo muchas mujeres comenzaron a recurrir a la red social Twitter para denunciar el acoso sexual que habían sufrido en el gimnasio o espacios similares. 

Esta ola de denuncias públicas ha provocado que empresas del sector incluyan protocolos de prevención del acoso sexual y medidas para sancionar a quienes lo ejercen. Algunos ejemplos son los casos Rebel Fitness Club en cuya entrada te saluda un mensaje de tolerancia 0 al acoso sexual o el del estudio de yoga líder en Reino Unido, Triyoga que lanzó un sistema de uso de tarjetas a través de las que la usuaria puede indicar en cada clase si prefiere o no contacto físico. El monitor puede ver el mensaje en la colchoneta y ajustarse al deseo de cada persona.

Todo el mundo debería poder disfrutar de los espacios de ocio, cultura, deporte, etc. Practicar ejercicio, ya sea al aire libre o en un gimnasio -cuestión muchas veces de preferencias o circunstancias personales- tiene beneficios para la salud mental y física. Prevenir el acoso sexual en los gimnasios es hacer efectivo el derecho a acceder y disfrutar de cualquier espacio por igual de todas las personas y un modo, en coherencia con lo anterior, de garantizar el derecho a una vida saludable.

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