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Marie de Gournay

La mujer protagonista del artículo puede ser considerada una humanista, una mujer renacentista no solo por haber nacido durante ese periodo sino también por sus vastos conocimientos en diversas disciplinas.

Marie de Gournay nació en 1565, en el seno de una familia noble pero arruinada, de modo que debió formarse de forma autodidacta. Al morir su padre, la familia se trasladó a un castillo de su propiedad y allí estudió Latín, Griego, Física, Geometría, Historia, los clásicos y la literatura francesa. En cuanto al latín, lo aprendió comparando textos que habían sido traducidos al francés con los originales.

Esta intelectual es conocida como escritora, filóloga, traductora, poeta y filósofa de los siglos XVI y XVII. Sin embargo, comenzó realizando trabajos de alquimia como medio de desarrollo intelectual. Naturalmente, el camino no fue fácil, su interés por la investigación hubo de afrontar críticas y ataques de toda clase; aun así, tuvo la valentía de presentar públicamente sus ideas a favor de la alquimia y de la igualdad de las mujeres para acceder al conocimiento en salones de la época. De hecho, la propia Marie de Gournay escribe en su autobiografía que llevaba a cabo su trabajo, sus experimentos, como un trabajo intelectual, pero que era consciente de que se tenía que defender de los ataques que decían que no era normal para una mujer de la época “observar las proporciones de una buena cocción, lo que se convertirá en la materia que tienes al fuego, con una curiosidad natural y sana”. 

En 1588 conoció personalmente a Michel de Montaigne. A Marie de Gournay le interesó el filósofo por su sentido humanista, pero él también admiró el trabajo de la escritora y la animó a publicarlo. Después de la muerte de Michel de Montaigne, su viuda le entrega una copia de Ensayos y le pide que trabaje en su edición póstuma. Así que, en 1595 publicó una nueva edición de sus trabajos completada con una introducción escrita por ella misma; durante mucho tiempo fue la edición más autorizada de la obra de Michel de Montaigne.

En esta época vivía en París, pero durante varias décadas tuvo dificultades económicas; sobrevivió a su precariedad en los salones y cortes de París, se ganaba la vida escribiendo y realizando traducciones. Llegó a ser una mujer de letras, pero la supervivencia para una mujer en ese ámbito era difícil, de manera que debió trabajar para llegar a tener una red que la protegiera: ofrecía su trabajo de escritora a reinas, reyes, nobleza; finalmente, consigue poder publicar sus obras y Richelieu le concede una modesta pensión real.

En 1622 publicó su obra más conocida, Sobre la igualdad de hombres y mujeres, en la que defendía que la única diferencia entre mujeres y hombres es física, pero que eran perfectamente capaces para abordar cuestiones como la ciencia, filosofía, política; es decir, cualquier ámbito. Asimismo afirmaba que, si no lo hacían, era por falta de oportunidades para acceder al conocimiento e incluso, una vez conseguido éste, se les vetaba el espacio público para expresar sus ideas, pensamientos, investigaciones. En el libro anima a las mujeres a utilizar su inteligencia y a adquirir la formación que deseen y que necesiten para poder estar en un plano de igualdad con los hombres y para demostrar en la realidad la plena igualdad. No es extraño, por lo tanto, que tanto su obra como ella sean consideradas como precursoras históricas del feminismo.

En 1626 publicó el ensayo Quejas de las mujeres, en el que aboga por la igualdad plena entre mujeres y hombres y defiende el acceso en igualdad de condiciones a la educación y a los puestos públicos; critica la corrupción de las cortes, el clero y la aristocracia.

Dirigió un salón en su casa donde se encontraban hombres y mujeres intelectuales para debatir sobre los temas más diversos de filosofía, política y literatura.

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