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Naciones Unidas define el matrimonio infantil como la unión, o igualmente el matrimonio entre dos personas en que uno o ambos cónyuges son menores de 18 años. Esta definición fue reconocida internacionalmente por la Convención sobre los Derechos del Niño y la Niña y, aunque ha sido universalmente aceptada, sigue habiendo países en los que la edad adulta se considera una condición que se alcanza cuando se contrae matrimonio. El concepto de matrimonio también puede variar y puede ser formal o informal, dependiendo de si está regido por el derecho civil, el derecho común o el derecho religioso o, simplemente, se trata de una práctica consuetudinaria. En el caso de las niñas y a nivel mundial, son víctimas de 5 a 20 veces más que los niños y va asociado a altas tasas de embarazos precoces, mortalidad o morbilidad materna infantil, violencia y pobreza intergeneracional, entre otras. Según las evidencias, el abanico de repercusiones que para ellas tiene también es mucho más grave que en el caso de los niños.

Así pues, la ONU es clara y contundente en este sentido. Al margen de la diversidad de situaciones y contextos, considera el matrimonio infantil una violación grave de los derechos humanos que amenaza directamente las vidas, la salud, la seguridad y la educación de las niñas y los niños y limita sus perspectivas de futuro.

Desde que en 2016, la eliminación del matrimonio infantil se convirtiera en uno de los compromisos en el marco del Objetivo de Desarrollo Sostenible sobre la Igualdad de Género, la comunidad internacional ha multiplicado los esfuerzos por erradicar esta práctica. Pese a ello, existe preocupación porque se trata de un problema complejo de solucionar y en este sentido un análisis de tendencias realizado en 2018 por UNICEF indica que, si bien a nivel mundial la tasa de matrimonio infantil ha disminuido del 25% al 21% en los últimos 10 años, muchos países en los que la tasa de prevalencia es muy alta se han estancado e incluso han aumentado cifras. Alcanzar la meta en 2030 supone multiplicar por 12 el progreso de los 10 últimos años y esto pasa por aclarar qué actuaciones están siendo eficaces para prevenir el matrimonio infantil y cuáles no, y así poder apoyar con evidencias a los gobiernos.

La revista Journal of Adolescent Health, perteneciente al grupo Elsevier, publicaba el pasado mes de mayo, una revisión en la que analiza las evaluaciones que se han ido publicando entre los años 2000 y 2019 con el fin de arrojar luz sobre aquellos enfoques que sí son eficaces en la prevención del matrimonio infantil en países de ingresos bajos y medianos, pues el 90% de los casos se concentra en éstos. El estudio analiza las evaluaciones e identifica cuáles son los enfoques más transformadores, concluyendo que la educación de las niñas es el factor preventivo esencial para la prevención del matrimonio infantil en casi todos los contextos. 

Especialmente en la etapa de secundaria, la educación ha demostrado retrasar el matrimonio infantil a través de múltiples vías ya que una y otro se consideran mutuamente excluyentes en la mayoría de las sociedades. Una de las más destacables se debe a que ofrece oportunidades para que las niñas desarrollen habilidades, confianza, construyan amistades y adquieran mayores opciones y oportunidades de futuro alternativas a la doméstica. Otra muy clave es que cuantas más niñas vayan a la escuela más personas transformarán su visión y considerarán a las niñas adolescentes en edad escolar y no como adultas casaderas y, por tanto, se conseguirán mayores posibilidades de generar un cambio en las normas sociales y que, en definitiva, sea una realidad aquello que Paulo Freire ya dijo; la Educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo.

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