Una de las principales armas del racismo cultural postmoderno es cargar de prejuicios y etiquetas a las culturas diferentes. Y rechazar un posible diálogo con ellas, incluso a veces desde un pretendido respeto a la diferencia. Este tipo de posturas racistas impiden aprender del otro diferente. Impiden disfrutar con los avances y las aportaciones a los derechos humanos que se hacen desde muy diferentes realidades culturales.
Existen diferentes experiencias y escritos que nos pueden aportar evidencias sobre esta realidad silenciada. Una primera experiencia a remarcar es la de ‘Muslim Men Against Domestic Abuse’ (MMADA), que iniciaron su trabajo en el 2009 y establecen como principal condición par unirse al grupo: “(…) Uniéndote a nuestro grupo, haces un compromiso con el que nunca te involucrarás, apoyarás ni permanecerás en silencio acerca de abusos físicos, psicológicos y/o emocionales contra niños, niñas y mujeres musulmanas y no musulmanas”. Hace un llamamiento, no sólo a que el hombre musulmán no debe agredir, sino a que sea upstander, y en algunas de sus entradas defienden que el Islam condena claramente la violencia doméstica. Por otro lado, el Consejo Canadiense de mujeres musulmanas (Canadian Council of Muslim Women) publicó en el 2016 un conciso documento sobre cómo atraer, desde una perspectiva islámica, a los hombres y niños en el trabajo hacia la erradicación de la violencia dentro de la familia.
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