El papel de la educación en la población infantil y adolescente más vulnerable es clave para superar las desventajas que viven y que originan una realidad educativa de estos y estas jóvenes caracterizada, en su mayoría, por un bajo rendimiento académico y altas tasas de abandono escolar temprano.

Para identificar aquellos factores que favorecen el éxito académico y el acceso a la educación universitaria de esta población, en 2015 se realizó un estudio sobre el acceso a la educación de menores bajo tutela del Estado, ya sea en acogimiento residencial o familiar: The Education of Children in Out-of-home Care, publicado en la revista científica “Australian Social Work”. Para ello utilizaron los relatos de las experiencias y trayectorias de 18 mujeres tuteladas por el Estado australiano al menos durante tres años, a partir de los 8 años de edad y que hubieran conseguido un título universitario. A través de la metodología narrativa se observaron dos tipos de acceso a estudios superiores. En primer lugar, un acceso directo (direct group) de aquellas con motivación, orientación por parte de una persona adulta, recursos y altas expectativas; en segundo lugar, otro de retorno al sistema educativo tras un tiempo de abandono (return group). Estos grupos fueron clasificados a su vez en varios subgrupos en función del camino tomado para llegar a la universidad. 

Este estudio demostró que, a pesar de las experiencias vividas de abandono, múltiples traslados, baja autoestima o falta de recursos, entre otros, los factores que han facilitado el acceso universitario de estas mujeres han sido el acceso a recursos, las altas expectativas puestas sobre ellas, su capacidad de resiliencia y, sobre todo, el vínculo y la influencia positiva de alguna persona adulta en su entorno que informe y apoye sus inquietudes académicas hacia los estudios universitarios.

Cada niño y cada niña necesitan de una atención individual en función de su contexto y necesidades para mejorar en su ámbito educativo, trabajando sus problemas emocionales y fomentando su resiliencia a través de “una relación con al menos un adulto que se preocupa por ellos; mantener altas expectativas; y oportunidades para participar y contribuir significativamente al entorno social” (Mendis, Gardner & Lehmann, 2014). Por ello, los esfuerzos de las investigaciones y las políticas educativas deben reforzar la importancia de profesionales comprometidos y comprometidas con la educación y con una disposición a la formación continua, además de poner al alcance recursos económicos suficientes y promover actuaciones educativas de éxito que favorezcan las interacciones positivas con otras personas adultas que mejoren a la vez sus capacidades y sus expectativas. Todo esto podría ser la fórmula clave para que esta población transforme una realidad repleta de desventajas en un futuro personal y profesional lleno de opciones, libre y de calidad.

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