A pesar de lo que el imaginario colectivo a menudo sostiene sobre la situación de Israel-Palestina compuesta por poblaciones antagónicas, en permanente conflicto y rechazo mutuo, la realidad es mucho más compleja, diversa y rica. Hay numerosos relatos cotidianos de amistad y ayuda mutua entre personas de colectivos diversos. Sin embargo, este diálogo interreligioso e interétnico pasa a menudo desapercibido por los medios de comunicación. Dar visibilidad a extremismos violentos no hace más que apoyar el discurso de odio existente en ambos lados. La polarización actual alimenta entre otras discriminaciones, un creciente antisemitismo e islamofobia.
Durante el verano del 2014 nace un movimiento social Women Wage Peace (WWP) con el propósito de promover una solución acordada al conflicto palestino-israelí con la participación de mujeres pertenecientes a distintos grupos (siguiendo el principio de la resolución 1325 de UN). Hoy en día cuenta con más de 44.000 miembros. Incluye a mujeres de diversas comunidades israelíes: derecha, centro e izquierda; religioso y secular; judíos, árabes, drusos y beduinos; jóvenes y mayores; ciudad y rural. La primera marcha se inició con un viaje en tren a Sderot con 1000 mujeres. En el 2015, 3000 mujeres rodearon la Knesset (parlamento) exigiendo una iniciativa de paz. En el 2016 tuvo lugar la “marcha de la esperanza” donde miles de mujeres y hombres marcharon durante dos semanas desde el norte hasta Jerusalem. Han llevado otras muchas acciones como una iniciativa legislativa, conversaciones con representantes de la Knesset, convertirse en interlocutores de UN u organizar un congreso internacional y Hackathon (2018) para aportar soluciones a las barreras de paz en Oriente Medio. Se han sucedido diversas marchas para visibilizar esta demanda durante el 2017, 2018, 2019. La pandemia no ha parado su acción, pues han continuado con discusiones en línea, manifestándose en los balcones y reuniéndose con representantes políticos.
También en la educación encontramos ejemplos para convertirse en motor de transformación y de convivencia tal y como ilustra el proyecto Hand in Hand. Empezó en 1998 con 50 niños y niñas, y hoy cuenta con más de 2000 estudiantes en siete escuelas por todo Israel. Es un proyecto que busca el aprendizaje compartido entre niños y niñas de familias árabes y judías. Es una escuela bilingüe que cuenta con profesorado árabe y judío donde se visibiliza las distintas tradiciones religiosas existentes (judía, cristiana, musulmana, drusa). Además, sus resultados académicos obtenidos superan la media israelí.
Hemos de destacar también, el gran esfuerzo que más de 600 familias israelís y palestinas que han sido víctimas de atentados se han unido en The parents circle- Families fórum (PCFF) partiendo de la necesidad de iniciar un proceso de reconciliación para lograr la paz entre ambos lados. Organizando actos para dialogar entre ellos y para ofrecer un mensaje de paz.
Otros ejemplos sobre el que se reflejan estos actos diarios de convivencia y de superación del conflicto son la West-Eastern Divan Orchestra de Baremboin (https://west-eastern-divan.org/ ) formada por israelís, palestinos, árabes e iranís con una voluntad de visibilizar la voluntad de concordia entre grupos. Dentro de la música encontramos otros muchos ejemplos como la cantante Noa conocida por su persistente implicación en una solución pacífica y consensuada para israelís y palestinos. Entre su activismo social, podemos destacar como en 2009 cuando por 2ª vez fue nombrada representante de Israel en Eurovisión aceptó sólo a condición de presentarse conjuntamente con la cantante palestina Mira Awad . En la actualidad participa en las numerosas marchas y manifestaciones organizadas por el movimiento Standing together nacido en 2018 y organizado por judío y árabes que proclaman la paz, igualdad y justicia social. En estos momentos están organizando múltiples manifestaciones en numerosas ciudades de Israel.
Los ejemplos citados hasta ahora no son en absoluto excepciones, son sólo algunos ejemplos reales y actuales que explican la realidad compleja de Israel-Palestina dónde además de los extremistas de ambos lados que poseen gran visibilidad en los medios, existen muchas otras personas y colectivos con una profunda determinación por el diálogo y la convivencia.
Existe por tanto una gran responsabilidad dar visibilidad a estos movimientos y acciones de diálogo, pues la polarización actual no sirve más que para alimentar el discurso de odio y despertar antiguos prejuicios del pasado, aplaudidos por los extremistas de ambos lados, visibilizar lo que la sociedad civil rica en diversidad religiosa y política está apostando por la paz es promover la vía del diálogo y no hacerle el juego a los violentos de ambos lados, que solo buscan su interés particular, no el bien de la comunidad.
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