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Las feministas nunca hemos callado, ni callamos ni callaremos ante quienes ejercen violencia contra mujeres, nunca mantendremos un silencio cómplice. El pasado 23 de septiembre, Día internacional contra la trata y la explotación sexual, un grupo de personas en pro de la abolición de la prostitución se manifestaban en la Plaça de Sant Jaume de Barcelona al son de canciones abolicionistas, sentadas en el suelo con pancartas y lemas contra la trata y la explotación. Al grupo de personas que se manifestaba pacíficamente se unió un grupo poco numeroso pero muy ruidoso, de personas que, de pie, empezaron a insultarlas y gritarles con actitudes antidemocráticas y antifeministas.

El grupo ajeno, en pro de la regulación de la prostitución, al ver que las mujeres que estaban sentadas no se movían de su sitio y mantenían su reivindicación pacífica, decidieron irrumpir en el acto con músicas estridentes para impedir que se oyeran las canciones abolicionistas de las manifestantes, consiguiendo un ambiente más de rave de las 5 de la mañana (en algunos locales concretos) que de reivindicación de cualquier tipo y violentamente pisotearon los carteles de las mujeres hasta romperlos todos. Mientras, las primeras se mantuvieron sentadas pacíficamente, como todo el mundo puede ver en las redes.

La autora bell hooks defendía en su capítulo «Feminist Movement to End Violence» [Un movimiento feminista para acabar con la violencia] “que la lucha feminista contra la violencia contra las mujeres es indispensable que se entienda como parte de un movimiento más amplio que busca acabar con la violencia” y es por esto por lo que “Si queremos eliminar la violencia, debemos ver tanto a los hombres como a las mujeres de esta sociedad como grupos que apoyan su uso.” Las personas, hombres y mujeres que el pasado 23 de septiembre se acercaron para ejercer la violencia en la Plaça de Sant Jaume, lejos de defender cualquier medida en pro de los derechos de las mujeres, recordaron más bien a aquellos y aquellas que en la Alemania de 1933 se dedicaron a quemar libros de autores y autoras judías, que en el Chile de 1973, en la España de 1936 o en tantos otros episodios de la historia, los egos, el autoritarismo y las actitudes reaccionarias han tratado de silenciar a aquellos y aquellas que con el uso de la palabra y el pacifismo han tratado de reivindicar la justicia social y el fin de cualquier forma de explotación. 

Afortunadamente las imágenes de los hechos rápidamente se difundieron por las redes, las cuales han generado mensajes de rechazo profundo, por la fealdad de los actos violentos y de quienes los ejercieron.

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