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La COVID-19 ha tenido un grave impacto en la trata con fines de explotación sexual. Como reportan diferentes informes a nivel internacional, se han incrementado los riesgos tanto para las mujeres que ya son víctimas, como para muchas otras que tienen dificultades económicas y sociales.

Durante el confinamiento, muchas víctimas han sido aisladas con sus explotadores y ahora las obligan a pagar el alojamiento y su manutención básica. En otros casos, con el cierre de los locales, han sido expulsadas y quedado en situación de calle.

Del mismo modo, la crisis económica ha incrementado los indicadores de riesgo como son, por ejemplo, la falta de recursos económicos, los despidos o las deudas que ponen en vulnerabilidad a muchas mujeres para acabar en las redes de trata y en prostitución forzosa al no tener otra opción.

Este aumento de los riesgos y perjuicios que están sufriendo estas mujeres, ha sido aprovechada por los puteros para explotarlas aún más y ejercer más violencia. Según detalla Erica Chueca, trabajadora social y portavoz de Médicos del Mundo, en La Voz de Galicia. los consumidores se han estado organizado mediante foros para, utilizando la vulnerabilidad de las víctimas, exigir prácticas de riesgo y reducir los precios.

Varias de las mujeres que están sufriendo estas confabulaciones han alertado de lo que está ocurriendo en medios como el diario Público o La Voz de Galicia. Explican cómo ya la mayoría de los clientes piden no utilizar preservativo, que les besen, les lanzan objetos o pagan cantidades mínimas. Narran cómo a la violencia que ya padecían, ahora se añade el riesgo de contagio de coronavirus y el miedo que sufren de contagiar a sus familias.

No es una sorpresa que los explotadores y puteros se estén aprovechando de la crisis generada para obtener mayores ganancias a base de violentar mujeres o para tratar de suplir sus frustraciones sexuales por menos dinero, aunque suponga violar pagando. La trata con fines de explotación sexual es un negocio fundamentado en la vulnerabilidad, que se aprovecha de cualquier factor de riesgo de los seres humanos. Cuando ha aumentado la indefensión por las condiciones socioeconómicas y sanitarias, han podido exponer aún más su mezquindad y bajeza. No existía ningún atisbo de bondad o empatía, que impidiera que, si pudieran aprovecharse aún más de las mujeres, no lo fueran a hacer,   

Todas las mujeres prostituidas que han podido ser entrevistadas explican cómo. si tuvieran cualquier trabajo o ayuda, tendrían más opciones de salir de esa situación. Del mismo modo, los equipos profesionales que trabajan con las víctimas coinciden en señalar la necesidad de medidas como el ingreso mínimo vital y, por supuesto, la creación de una ley integral que, entre otras cosas, penalice al putero, que es cómplice de la explotación sexual. 

Aunque la creación de políticas y legislación es un paso imprescindible, como sociedad hace falta un trabajo fundamental de reivindicación de la libertad sexual: aquella en la que no se glamouriza una industria que vende mujeres, niños y niñas, donde ninguna persona es abocada a ser constantemente violada por sus condiciones económicas o sociales y donde se reconoce que los hombres verdaderamente atractivos son aquellos que no consumen prostitución. 

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