Hace unos días se publicó el primer reportaje de investigación sobre abusos sexuales en el mundo de las artes escénicas y el audiovisual en Cataluña y España, liderado por el Diario ARA bajo el título Veinte años de abusos sexuales en el Aula de Teatro de Lleida. Dicho reportaje evidencia factores que favorecieron estos abusos, pero también permite vislumbrar la solidaridad entre las víctimas, la lucha para denunciar al docente y que pudiera ser condenado.
El estremecedor artículo relata explícitamente las traumáticas experiencias que las víctimas sufrieron siendo menores de edad. Al leer sus relatos se evidencia cómo el profesor usó su situación de poder para acosar, generando espacios de normalización del acoso, lo que a su vez facilitó la manipulación de las jóvenes.
El depredador, amparado en la nula vigilancia por parte de la escuela de teatro, desarrolló sostenidamente prácticas sexualizadas, tanto dentro del aula como fuera de ella, donde la falsa libertad sexual tuvo como consecuencia que las víctimas sufrieran en silencio el abuso sexual.
Tal era la poca claridad de lo que sucedía en estos grupos, que no fue hasta muchos años después que las víctimas, empoderadas por un espacio seguro compartieron las diferentes situaciones de abusos sexuales sufridos y se atrevieron a contar lo que les había sucedido. Primero fue una quien pudo expresar su experiencia y luego se fueron sumando otras hasta llegar a ser nueve las que se unieron en la demanda. Sin embargo, por los relatos compartidos en la citada entrevista, se sabe que las víctimas son muchas más.
Estas interacciones de las que fueron víctimas por parte del docente, a la vez potenciaron las mismas conductas entre algunos compañeros. A día de hoy se sabe que, por lo menos, uno de esos alumnos ha tenido reiteradas acusaciones por acoso.
Otro factor clave para que este acoso sostenido haya sido posible (y posiblemente lo siga siendo) es “la ley del silencio” al contar con la complicidad de otros profesores, que, según el artículo citado, aun sabiendo lo que sucedía, o lo normalizaron o prefirieron callar, facilitando que las prácticas del acosador continuaran impunemente.
Todo esto se agrava debido a que el actual sistema judicial español permite que los casos de abuso sexual prescriban, desconociendo las investigaciones que demuestran que el proceso de reconocerse víctima y la capacidad de contarlo puede tardar muchos años. Este sistema de prescripción blinda a los acosadores permitiendo que, aunque se reconozcan los abusos, sigan en libertad.
Actualmente el gobierno español trabaja en una nueva ley de protección de la infancia en la que se prevé que los delitos prescriban a partir de que la víctima cumpla 30 años. Sin embargo, experiencias como la de Argentina, Reino Unido y la gran mayoría de estados en EE.UU., en las que los delitos de este tipo no prescriben, aseguran que ninguna víctima se quede sin justicia y que ningún depredador siga libre y sin consecuencias.
Mientras se discute la ley, hay prácticas que previenen el acoso y protegen a las víctimas, como la tomada por el Aula de Teatro una vez que recibiera la denuncia, que apartó al profesor de la escuela y estableció protocolos para que esto no vuelva a suceder. Aunque la medida llega 20 años tarde, deja en evidencia que los protocolos son necesarios para prevenir y para que las víctimas cuenten con redes de apoyo que les permitan denunciar y transformar estas experiencias. Ahora nos queda la pregunta si sigue libre este docente, puede seguir abusando en otros lugares: ¿cómo se puede evitar que lo siga haciendo?
Los espacios seguros potencian la solidaridad entre las supervivientes posibilitando un diálogo entre quienes reconocen que han sido víctimas y entre las que habían normalizado relaciones e interacciones que ahora pueden ver que eran coaccionadas y manipuladas absolutamente.
La valentía de quienes han roto el silencio nos recuerda la importancia de la existencia de una ley en la que estos delitos no prescriban, y la urgencia de generar redes que protejan a las niñas, niños y jóvenes para que nadie, nunca más sea víctima.
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