
Cuando Sara Josephine Baker se hizo cargó en 1908 de la Oficina de Higiene Infantil, la primera mujer en lograr un cargo de funcionaria de salud en un municipio, varios barrios de la ciudad de Nueva York estaban marcados por la elevada mortalidad a causa de fiebre tifoidea, sarampión y otras enfermedades contagiosas. De hecho, la Oficina de Higiene Infantil fue la primera que apostó en todo el país por combatir la mortalidad infantil de estas zonas.
En aquel contexto, Sara Baker encontró una solución, como ella misma admitió en su autobiografía Fighting for Life: “La forma de evitar que la gente muriera de una enfermedad, de repente me sorprendió, era evitar que se enfermara. Las personas sanas no mueren. Suena como un comentario completamente ingenioso, pero en ese momento era una idea sorprendente”. Para hacerlo, Sara J. Baker aplicó un conjunto de cambios basados en las, en aquel momento recientes, teorías científicas de Louis Pasteur sobre los gérmenes y patógenos. Baker aplicó el conocimiento científico y lo compartió con la comunidad. Así, asignó enfermeras a las casas de las personas de los barrios más desfavorecidos para que las formaran en las novedosas teorías de los gérmenes y en sus métodos de propagación. Algunos cambios que implantó pueden parecer pequeños, pero marcaron la diferencia. Así, detalles como promover la lactancia materna para evitar la contaminación de la leche, ventilar las casas, incrementar la higiene y los baños o vestir a los bebés con ropas frescas contribuyeron a reducir la mortalidad infantil en la ciudad en un 40%.
Todos estos cambios sentaron la base de la medicina preventiva. Sin embargo, Baker fue más allá y vio la necesidad de promover también el bienestar emocional en la infancia. Como afirma la historiadora Hellen Epstein, “fue la primera en probar científicamente que las niñas y niños también necesitan amor”, y es que, cuando Baker se encargó de un hospital para bebés abandonados en Randall Island, la mortalidad infantil era de casi un 50%, a pesar de estar recibiendo los mejores cuidados médicos. Baker ideó una propuesta en la que las madres del Lower East Side podían criar estos bebés a la vez que seguían las pautas de higiene propuestas por Baker. El resultado fue una reducción a la mitad de la mortalidad infantil,
Gracias a los cambios impulsados por Baker, se calcula que salvó la vida a más de 90.000 bebés de la ciudad de Nueva York, que consiguió ser la ciudad con una tasa de mortalidad infantil menor de todo el país. Gracias a estos resultados, más de 35 estados aplicaron sus programas de salud preventiva para madres y menores a partir de entonces.
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