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El pasado 26 de marzo UNICEF abría a discusión un documento en el que declaraba el compromiso de garantizar la igualdad de género en el centro de la respuesta al COVID-19. A continuación resaltamos algunas de las acciones y reflexiones en la prevención del aumento de la violencia de género hacia la mujer y la infancia, dado el avance de la epidemia a nivel mundial.

Las previsiones realizadas hasta la fecha, tomando como referencia crisis del pasado, indican que la violencia de género va a aumentar en gran medida debido al confinamiento por el COVID-19. En este sentido, tenemos la oportunidad de no llegar tarde y prepararnos urgentemente. Entre las recomendaciones destacan realizar un plan de actuación específico para estos casos, en el cual se promuevan redes de colaboración para fomentar el personal suficiente cualificado en atender a las víctimas de la violencia de género que irán surgiendo, así como crear más plazas de refugio para las mujeres y la infancia que tengan que abandonar sus hogares a causa de la violencia. 

Podemos también, ampliar y ser creativos en la diversidad de modalidades para avisar y detectar que una mujer, un niño o niña está sufriendo violencia. Se pueden multiplicar también las formas en que las diferentes líneas de comunicación ya existentes para denunciar la violencia llegan a los hogares confinados (virales en redes sociales, carteles en comercios abiertos en los barrios, televisión, radio, buzones, señales ‘secretas’, etc.), así como la creación de servicios a distancia, pero también móviles de información y atención psicosocial en los barrios y comunidades.

La evidencia de epidemias pasadas como pueden ser la del Ébola y la del Zika indican que los esfuerzos para contener el brote epidémico suelen interrumpir los servicios educativos y contra el maltrato materno e infantil, así como la atención clínica a la violación. Mantener nuestro apoyo ahora y en el futuro en la atención a la violencia en el hogar es clave para las víctimas ahora, pero también para el impacto social y de salud en el futuro. Se recomienda crear políticas sociales para mejorar el bienestar de las familias y de la infancia más vulnerable desde esta primera fase de prevención, por ejemplo, asegurando que disponen de acceso a medios tecnológicos para participar de las actividades ofertadas desde las escuelas y otras entidades, reduciendo así las horas de aislamiento.

Otra acción clave es identificar rápidamente las redes ya existentes de mujeres e infancia para la prevención de la violencia. De esta forma podemos fortalecer el liderazgo y participación de las comunidades para frenar la violencia en los hogares lo máximo posible. La conectividad diversa es esencial para que la información llegue de forma eficiente y sea posible la visibilización y atención de la violencia. Por ejemplo, en el caso de las escuelas, y al tiempo que se realiza una transición a la enseñanza no presencial, es muy importante mantener también estructuras y actuaciones que refuercen el apoyo social entre los chicos y las chicas. Desde las escuelas se puede promover la creación de espacios virtuales para la conexión entre el alumnado, apadrinamientos, así como foros que continúen ofertando espacios de diálogo sobre la prevención de la violencia de género. Las comunidades educativas pueden promover iniciativas y escenarios que abran las máximas vías de comunicación posible, con diferentes herramientas y soportes, así como espacios explícitos que muestren su compromiso con la superación de la violencia de género, especialmente en estas circunstancias (radio escolar, cartas, redes sociales, mail, aulas virtuales, etc.). 

Tanto desde las escuelas como desde los ayuntamientos se pueden promover redes y plataformas online de participación de mujeres e infancia en los procesos de toma de decisión sobre la atención a la prevención de la violencia de género. Es importante impulsar en este período de crisis a las chicas y los chicos para contribuir conjuntamente a crear oportunidades de mejora social en la superación de la violencia. Las voces de las mujeres y las niñas son esenciales para comprender el impacto de la epidemia al respecto. Por ejemplo, se pueden crear convocatorias que permitan a las entidades con más implicación en las comunidades y con resultados al respecto impulsar proyectos para frenar y atender la violencia en el hogar.

Por último, cabe resaltar la importancia de recoger la mayor cantidad posible de datos disponibles de cara a medir el impacto social del COVID19 en las comunidades y el curso de la violencia. De esta forma se puede secuenciar y analizar el impacto de las medidas preventivas por sexo, edad y discapacidad de las mujeres, las niñas y los niños.

Tomar un posicionamiento activo ante la violencia de género requiere ahora liderar todas aquellas actuaciones que estén a nuestro alcance para que mujeres, niñas y niños estén lo más protegidos posible en estos tiempos de COVID19.

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