Recientemente DF recogió la noticia del fatídico asesinato de la joven rumana Alexandra Măceșanu, quien fue asesinada tras llamar tres veces al servicio de emergencias que tardó 19 horas en hallarla. La solidaridad de otras mujeres, hombres y jóvenes invadió las calles durante el fin de semana. El centro de Bucarest está cubierto de velas, notas y flores en muestra de afecto y solidaridad con la víctima.
Las diferentes protestas que tuvieron lugar fueron el espacio para que activistas y sociedad civil en general alzara la voz y rompiera el silencio, haciendo más visible la violencia de género en el país. De acuerdo con las palabras de la investigadora y activista Irina Ilisei recogidas por euronews, es una situación trágica y singular, pero al mismo tiempo da visibilidad a la violencia contra las mujeres. El año pasado hubo una media de 100 casos de violencia machista al día.
La trata de seres humanos también es una lacra que afecta tanto a mujeres como a niñas en Rumanía y es una de las posibles causas que también se está investigando en el caso Alexandra. Tan solo el año pasado se les perdió toda pista a 400 niños de los 4.000 desaparecidos.
La solidaridad mostrada por la ciudadanía rumana en el caso Alexandra está convirtiéndose en un punto de inflexión para la visibilización de la violencia contra las mujeres desde diferentes dimensiones. La presión para que la administración local y gubernamental tome partido e impulse políticas públicas para la prevención y la acción es cada vez mayor forzando a los agentes políticos a tomar partido.
A pesar de no ser parte del discurso político actual, la primera ministra Viorica Dancila confirmó el cese de ministros y jefes con competencias relativas a las fuerzas de seguridad del estado. Por su parte, el movimiento social en las calles presiona al gobierno a implementar medidas urgentes para la mejora inmediata de los servicios de protección al ciudadano y espera acciones de forma inmediata.
Este tipo de apoyo y solidaridad con la víctima se torna imprescindible tanto para la misma víctima -como dejaba constancia en su carta la víctima de la Manada en Pamplona- como para la protección y la seguridad de todas las mujeres y niñas en un futuro. La manifestación en apoyo a la víctima de la agresión sexual sufrida en Bilbao es otro ejemplo de cómo cada uno de nosotros podemos posicionarnos colectivamente, sin olvidar nuestra capacidad y predisposición para intervenir en casos de violencia contra mujeres y niñas en nuestro día a día.
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