Cada vez un mayor número de estados avanzan en una política pública que incluya la regulación y la educación en el consentimiento como una prioridad para la prevención de la violencia sexual. A pesar de esta alerta social cada vez más visible, ¿cuántos planes de educación sexual y de prevención de la violencia han sido revisados? Este es el caso, por ejemplo, de Colorado, que en los últimos meses está dando un paso más para incorporar las voces de las y los jóvenes así como de otros agentes educativos en las decisiones sobre cómo educar en el consentimiento de manera efectiva en los centros educativos. Un comité asesor de profesorado, alumnado, familiares y otros agentes educativos está evaluando qué tan bien los planes de educación sexual actuales coinciden con los avances en la educación en el consentimiento.
La ley de Colorado define el consentimiento como “acuerdo afirmativo, inequívoco, voluntario, continuo y consciente entre todas las personas participantes en cada acto físico en el transcurso de un encuentro sexual o relación interpersonal”. Por lo tanto, una persona que no dice que no es suficiente; aceptar una actividad sexual no significa aceptar todas las opciones o que la persona esté de acuerdo con esta actividad siempre; y coaccionar a alguien a decir que sí tampoco es aceptable. Las aportaciones de esta ley ya incluyen el requisito de educar a las chicas y chicos sobre cómo dar su consentimiento, reconocer si alguien más está dándolo o retirándolo, y evitar actuaciones sexuales no deseadas basadas en suposiciones. Esta es una reflexión importante a introducir en los planes formativos y para que las chicas y los chicos puedan dialogar sobre qué claves identifican al respecto en sus relaciones del día a día y ser más conscientes de sus consecuencias.
Es verdad que la educación sexual está desfasada y poco contrastada científicamente en muchos territorios, lo que ha desmotivado a los chicos y chicas que reciben los talleres y nos retrasa mucho a la hora de dar respuesta a los problemas sociales que ellas y ellos tienen. Pero también vamos comprobando que en cada vez más territorios se incorporan actuaciones educativas de éxito en las escuelas y políticas públicas, como la creación de comisiones mixtas de convivencia para la erradicación de la violencia. Estas comisiones mixtas tienen muchos beneficios preventivos acordes a los criterios científicos internacionales. Uno de ellos es que posibilita la apertura de procesos de transformación colectiva que incidan en la forma en que promovemos relaciones que cuidan la libertad y el buen trato. Integrar a las familias, profesorado y otros agentes educativos en valorar conjuntamente cómo educar en el consentimiento e incidir en cómo recrear en nuestra comunidad aquellas actuaciones más efectivas, nos permite avanzar a todas y todos en el cuidado de los límites. Trabajar la idea, por ejemplo, de que NO significa NO con los chicos y chicas es una aportación, pero aprender a respetar el consentimiento de los niños y las niñas a ser abrazado, besado, etc. por otros niños y niñas u otras personas adultas, cuando no quieren, también es una transformación que hemos de hacer las familias y el profesorado.
Abrir estos espacios de diálogo y coordinación desde las instituciones educativas logra que más agentes de la comunidad aprendamos junto con las chicas y los chicos estrategias que nos ayuden a modelar este comportamiento. La confianza y seguridad, en sí y en las personas que más valoran, de que cuando hay buen trato hay respeto de los límites, es una medida que les protegerá en el futuro.
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