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En algunas universidades norteamericanas llevan décadas implementando mecanismos formales e informales para abordar y superar los acosos sexuales en los campus. También existen las investigaciones que analizan las medidas más eficaces, los mecanismos formales, los informales y los más eficientes. La intervención de los testigos, bystander intervention, es considerada la medida más eficaz y se han aplicado muchas actuaciones para potenciar esta medida y formar a las personas “testigas”. Sin embargo, la violencia sexual sigue siendo un problema en la educación superior.

Los y las científicas, siguen ahondando en la búsqueda de medidas eficientes. El estudio, It happens to girls all the time, publicado por la revista American Journal of Community Psychology, examina las razones por las cuales los sobrevivientes de una agresión sexual no usan los apoyos formales disponibles en el campus. Las autoras afirman que experimentar una agresión sexual en la universidad puede tener consecuencias devastadoras en el bienestar psicológico y educativo de las personas víctimas, que pueden intensificarse si no reciben la atención adecuada. Es por eso que claman por complementar esas medidas formales con las que mejor funcionen.

En su estudio utilizan una metodología mixta para examinar por qué las víctimas tienden a no usar apoyos formales básicos en el campus como la Oficina del Título IX (encargada de garantizar el cumplimiento de la ley de igualdad), el Centro de agresión sexual y el personal encargado de garantizar el bienestar de las resistencias, y si las razones coinciden para los diferentes mecanismos. Después de analizar los casos de 284 mujeres que sufrieron agresión sexual en la universidad, encontraron como hallazgos cualitativos los siguientes: problemas logísticos (por ejemplo, falta de tiempo y conocimiento), sentimientos, creencias y respuestas que hicieron que pareciera inaceptable utilizar apoyos en el campus, juicios sobre la adecuación del apoyo, y métodos alternativos de afrontamiento. Los resultados cuantitativos revelaron que las razones de las víctimas para no buscar ayuda diferían según los tipos de apoyo. En conjunto, el estudio sugiere que las normas de la comunidad y las políticas institucionales pueden hacer que sea un desafío para las víctimas utilizar los apoyos formales del campus.

Tras la investigación, las autoras proponen varias sugerencias para un cambio institucional. Por ejemplo, adoptar una postura más firme contra todas y cada una de las agresiones, reducir los procesos de las investigaciones y la adjudicación de los procesos judiciales o limitar los informes obligatorios. Estas conclusiones llevan a apostar una vez más por el compromiso de fondo, por las redes de apoyo, por la falta de complicidad institucional, factores, todos ellos, que unen a mujeres y hombres en las universidades para luchar contra esta lacra, acabando con la impunidad que han encontrado los agresores en la academia.  

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