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En el contexto universitario, algunas personas utilizan estrategias de ataque y difamación contra quienes siempre se han posicionado del lado de las víctimas de violencia. Estas acciones, basadas en la propagación de bulos, mentiras y campañas de desprestigio, buscan aislar social y profesionalmente a quienes defienden siempre a las víctimas, tratando de deslegitimar su apoyo y romper las redes de solidaridad que son imprescindibles para poner fin a la violencia.

Sin embargo, esta violencia de género aisladora, que en un primer momento parece efectiva para intimidar y silenciar, opera como un boomerang. Las estrategias de ataque son boomerangs contra quienes las promovieron, desenmascarando sus verdaderas intenciones y su rol en la perpetuación de dinámicas de poder abusivas. Cuando la comunidad académica o la sociedad en general toma conciencia de las tácticas empleadas, se produce una reacción que fortalece aún más el apoyo a las víctimas y a sus defensores.

Este efecto boomerang, muestra que la violencia y la mentira no son sostenibles a largo plazo. Las acciones injustas, en lugar de consolidar el aislamiento de quienes protegen a las víctimas, terminan debilitando la posición de quienes las impulsan. La visibilidad pública de estas prácticas abusivas genera un efecto de rechazo e impulsa cambios institucionales, consolidando protocolos de protección más robustos y fomentando una cultura de tolerancia cero ante la violencia.

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