
Magdalena de Santiago nació en Cuenca, en 1876. En palabras de Consuelo Flecha, era “inteligente e intuitiva, fuerte y sensible, afectuosa y exigente: quienes la conocieron destacan la seriedad del proceso de aprendizaje que proponía y la calidad humana en su manera de orientarlo. Aborrecía la rutina y el memorismo, frente a los que siempre tenía un estímulo interesante y grato.”
Fue profesora de Historia Universal y de España y de Teoría e Historia de Bellas Artes y de Metodología de la Historia, a esta asignatura se dedicó de forma preferente a partir de 1911. Su interés científico se centraba en las innovaciones que se estaban produciendo en el concepto y en la metodología de la Historia, disciplina de la que conocía tanto la bibliografía española como la más importante publicada en el extranjero. Los viajes le proporcionaron la oportunidad de observar más directamente lo que se hacía en otros países y de incorporarlo, a la vuelta, a su propia práctica docente.
Además, era escritora, tanto de novelas como de libros de texto. Le preocupaba que en las escuelas se utilizaran manuales “llenos de datos abstractos que no motivan, como los relatos fantásticos que les introducen a los niños en mundos irreales”, palabras de Magdalena de Santiago.
En su quehacer docente alternaba sus lecciones teóricas con salidas semanales a museos y a otras instituciones, y organizaba excursiones a ciudades del entorno.
Según palabras de sus alumnas “enseñaba dirigiendo, despertando sugerencias, haciendo experimentar sobre cosas y hechos de la vida diaria… Lecciones sabiamente complementadas con cuadernos de clase llenos de gráficos, libros de estudio y de lectura, excursiones al campo, visitas a fábricas”. Lograba así un aprendizaje creativo, crítico, cercano a la vida y en el que cada alumna se sentía implicada.
Alternó la docencia con otras actividades sociales y culturales. Cuando era muy joven, se dedicó a la tarea publicista. Era casi adolescente cuando publicó cuentos, artículos en periódicos y revistas locales.
Se relacionó con otras mujeres que luchaban por su autonomía y tener entidad propia en los medios culturales y profesionales. Se observa en su novela, Emprendamos nueva vida, escrita en 1905, en la que destacaba ese tipo de sentimientos y de aspiraciones vividos por la protagonista. Su intención era animar a las jóvenes a seguir ese camino.
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