
Agnes Heller nació en Budapest en 1929. Creció en un sistema comunista y pronto adoptó una actitud muy crítica con el sistema, lo que provocó su expulsión del Partido Comunista en 1949. La infancia de Agnes Heller fue muy creativa en todos los campos artísticos. Pero el Holocausto cortó estas experiencias positivas. A partir de entonces, la adquisición de conocimientos ya no tuvo para ella un sentido placentero, sino que pasó a ser una cuestión de supervivencia.
Escribir se convirtió para ella en una lucha contra los sistemas totalitarios. «En la vida de cada ser humano hay un nudo que se queda atorado en la garganta, pero una vez se ha deshecho, el ser humano vuelve a ser libre. Un nudo como éste fue para mí Auschwitz y el estalinismo. Ahora soy libre. La modernidad difícilmente podrá causar algo más terrible.» Escribía esto en su biografía.
La investigación de la vida cotidiana constituye un punto esencial en el trabajo de Agnes Heller. «El individuo da forma a su mundo como un entorno inmediato. La vida cotidiana transcurre en el ambiente inmediato y hace referencia a él.» Mientras las personas forman su ambiente, se forman también ellas mismas. No se puede menospreciar la importancia del individuo en la vida diaria. Nos movemos diariamente en un entorno relativamente reducido y nos referimos de forma permanente a lo que tiene lugar exactamente en este entorno y que tiene que ver con nosotros. Pero para Agnes Heller, la vida cotidiana no significa tan sólo la vida privada, sino que incluye la social. En principio, nacemos en un mundo que nos deja poco margen de maniobra. Las normas y las leyes nos restringen. Pero tenemos la posibilidad de vivir todo esto de manera consciente y de cambiar quizás alguna cosa para nosotros y para los demás.
Agnes Heller diferencia las «necesidades naturales» de las «necesidades radicales» d elas personas. Las necesidades naturales hacen referencia a la existencia física, las necesidades radicales tienen que ver con la libertad. Forma parte de la libertad el hecho de poder desarrollar las propias concepciones de la vida. Para ella, la filosofía como disciplina educativa posee un papel muy importante. El conocimiento que proporciona la filosofía debe ponerse en práctica en la vida de la comunidad. «La filosofía exige que el mundo sea el hogar de la humanidad, aunque sólo con la exigencia no llegue a serlo todavía.» Juntas, las personas deberían intentar hacer realidad lo que han aprendido de la filosofía. Hay que desarrollar ideales, pero siempre que experimenten una conversión en cosas concretas; de no ser así, carecen de sentido, según la opinión de la filósofa.
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