Investigaciones previas muestran que la adversidad en edad temprana, incluido el abuso y la negligencia infantil, se tiende a asociar con una salud degradada a lo largo del curso de la vida y entre generaciones. Menos conocida, según este estudio, es la relación entre la adversidad temprana y el estatus socioeconómico de las personas adultos, incluida la educación, el empleo y los ingresos; es decir, con una calidad de vida general.
Este artículo, Adverse childhood experiences and life opportunities: Shifting the narrative, analiza datos de 10 estados norteamericanos y el Distrito de Columbia que utilizaron el módulo de experiencias adversas en la infancia (ACE) en el Sistema de Vigilancia de Factores de Riesgo del Comportamiento de 2010 para examinar la asociación entre las ACE y la educación, el empleo y los ingresos de personas adultas.
En términos de resultados, las autoras y autores del estudio afirman que, en comparación con los participantes sin experiencias adversas en la infancia, aquellos con puntajes ACE más altos tenían más probabilidades de informar que no completaron la escuela secundaria, que estaban desempleados y que vivían en un hogar por debajo del nivel federal de pobreza. Esta evidencia, recogida en el caso de esta muestra, sugiere que la prevención de la adversidad temprana puede afectar la salud y las oportunidades de vida que repercuten a lo largo de las generaciones.
Las personas autoras de este artículo sugieren que los esfuerzos actuales para prevenir la adversidad temprana podrían tener más éxito si amplían la comprensión pública y profesional (es decir, la narrativa) de los vínculos entre la adversidad temprana y las condiciones de vida futura. Los hallazgos de este estudio también se presentan dentro del contexto de políticas y procesos estructurales que pueden contribuir aún más a la continuidad intergeneracional del abuso y la negligencia infantil en relación con las condiciones de vida posteriores. Así, afirma este estudio que comprender el impacto potencial de la adversidad temprana a lo largo del curso de la vida es fundamental para romper el ciclo intergeneracional de la pobreza. De la misma manera, es necesario asegurar el desarrollo saludable de todos los niños y niñas para las sociedades que buscan alcanzar su pleno potencial sanitario, social y económico.
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