Una mujer pare en condiciones extremas y los medios de comunicación ponen de relieve al bebé recién nacido. El titular ha sido para la niña, no para la madre, como si las dificultades no hubieran sido para ella.
Sale de Kabul en un avión hacia el Reino Unido y a medio camino las contracciones y los dolores hacen evidente la inminencia del parto. Ningún médico a bordo, ninguna enfermera. La tripulación, neófita, se hace cargo de la parturienta. De entrada, el trance es para ella, el recién nacido viene después. Sin embargo, los titulares son para el bebé.
Hace algunos años, en un país de África, no recuerdo cual, una mujer parió entre las ramas de un árbol. Lamento no recordar tampoco el motivo, aunque sin duda no sería por capricho que se hubiera encaramado, sino que huiría de algún peligro. Pues bien, las cabeceras de los informativos fueron para el niño o niña recién nacidos. De las angustias de la madre, ni una palabra.
El tiempo pasa, se dan pasos hacia adelante en el empoderamiento de las mujeres, pero hay estereotipos que persisten. Desdenes, menosprecios, al fin y al cabo.
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