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El pasado 7 de abril de 2020, UNICEF presentaba en su sede de New York la iniciativa mundial interconfesional “Fe en acción” contra la COVID-19. La campaña pretende concienciar a la población acerca las repercusiones que esta pandemia ya está generando sobre la seguridad y la salud de las niñas y los niños y contrarrestar sus efectos negativos todo lo posible. En estos momentos hay niñas y niños que, fruto de la paralización repentina que han experimentado en sus vidas sistemas como la educación o más indirectamente el trabajo y las finanzas, son muy vulnerables de cara a sufrir altos niveles de angustia emocional, violencia o el detrimento de su seguridad alimentaria, entre otros. 

Sin embargo, algo que no se ha paralizado es la vida espiritual de las personas y, aunque hayan dejado de reunirse en los habituales lugares de culto a la fe, el mundo sigue preparándose para las diferentes celebraciones marcadas en el calendario para las próximas semanas y que van desde el recién celebrado Domingo de Resurrección en el caso cristiano, la Pésaj (Pascua Judía), el Ramadán, el Vesak budista o el Ridván Baha’í, entre otros. Por otra parte, no cabe duda de que las funciones que llevan a cabo equipos directivos y agentes religiosos a la hora de influir sobre los valores, actitudes y comportamientos de las personas creyentes, son insustituibles, únicas y decisivas. Muchas personas observan atentamente el posicionamiento y las declaraciones que en un sentido u otro están realizando sus referentes espirituales y lo toman como una guía y un ejemplo a seguir, de ahí que tenga tanta fuerza e importancia su mensaje.

Un ejemplo es el mensaje  pidiendo a la comunidad que obedezca las directivas e instrucciones de los gobiernos para cooperar de cara a combatir la enfermedad y detener su diseminación, que emitió el destacado erudito musulmán Shaykh Bin Andullah Bin Bayyah, presidente del Consejo de Emiratos Árabes Unidos para Fatwa y presidente del Foro para la Promoción de la Paz en las Sociedades Musulmanas. Por su parte, Rusell Moore, de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de la Convención Bautista del Sur, respondía en el New York Times a la difícil situación de las personas más mayores en la pandemia: Un día les diremos a nuestros nietos cómo vivimos, cómo amamos, durante la Gran Pandemia. Respetemos la vida humana de tal manera que no nos avergoncemos de decirles la verdad

Pero no sólo es el mensaje, sino que muchas personas son “activos” muy importantes que, en un momento dado, juegan un papel crucial en la transformación de la situación de conflicto,  así como en el servicio de ayuda y socorro a las personas más vulnerables de su comunidad. Por el hecho de que muchas prácticas religiosas se hayan trasladado del templo de culto al hogar familiar, muchas mujeres de la comunidad están siendo un elemento de conexión social y de apoyo para otras, como es el caso de NorthWood Church, Texas donde las mujeres se han coordinado a través de la red para tareas como llevar a las personas ancianas al hospital, proporcionarles comidas y también atender a las niñas y niños que peor situación tienen. 

Es por ello que la UNICEF ha unido sus esfuerzos junto a Consejos interreligiosos de Religiones por la Paz en los que se encuentran representantes de las diferentes orientaciones religiosas y espirituales del mundo. Esta coalición incluye, además, diversas redes interreligiosas de jóvenes y mujeres que colaboran con el proyecto para el Aprendizaje Conjunto de las Comunidades Confesionales Locales (JLI, Joint Learning Initiative on Faith and Local Communities), que aglutina multitud de organizaciones confesionales internacionales. 

La asociación mundial sobre la fe y el cambio positivo en las niñas y los niños, las familias y sus comunidades se ha propuesto, mediante la acción interconfesional y la movilización de la comunidad internacional, contrarrestar el impacto negativo de la pandemia por COVID-19 en las niñas y los niños. Instan también a gobiernos, entidades pertenecientes a Naciones Unidas y asociaciones de la sociedad civil en todo el mundo, entre otras muchas, a llevar a cabo acciones dirigidas a: 

 – fomentar la creación de espacios de diálogo intergeneracional que den voz a las niñas, los niños y sus familias, a través de los medios de comunicación o en foros de grupos reducidos (manteniendo la distancia) y se les involucre en la búsqueda de soluciones a los problemas desencadenados por la pandemia 

rechazar todas las formas de estigmatización y discriminación mediante la  promoción de actitudes y comportamientos que defienden activamente la dignidad y los derechos de todas las personas. 

Así es como, a través de la solidaridad, el diálogo interreligioso y la cooperación internacional, nace una alianza muy necesaria en estos momentos cuya acción se centrará en proteger la vida y el desarrollo de las niñas y los niños, la familias y las comunidades que sufren más riesgo de vivir las peores consecuencias de la pandemia por la COVID-19.

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