Acabemos con la horrorosa ocurrencia de victimizar a la infancia que ha sufrido violencia de género en sus primeros años de vida. Existen todavía muchas resistencias a abandonar esta idea ante las evidencias que ya han demostrado su falsedad. Al igual que en el siglo XVI costó mucho sufrimiento superar el geocentrismo por algunos sectores sociales más interesados en reafirmar sus creencias que en el avance científico y social, en la actualidad ocurre con la revictimización existente hacia la infancia.
Existe un consenso claro sobre los efectos que puede tener esta violencia en la salud, aprendizaje, desarrollo cognitivo, etc., de las niñas y de los niños. Especialmente si no se les ofrecen medidas contrastadas y más entornos de socialización y aprendizaje libres de todo tipo de violencia. Pero no es verdad que las evidencias científicas hayan encontrado una vinculación consistente con que se perpetúe la violencia.
Esta ocurrencia continúa extendida en algunos debates acientíficos, pero desgraciadamente populares. Es importante aportar evidencias al respecto debido a las consecuencias graves de su propagación. La ocurrencia de que los niños y las niñas que han sido víctimas y han estado expuestos en sus hogares a la violencia de género serán violentos ha calado en el ideario de muchos profesionales dedicados a la educación, por lo tanto esta afirmación revictimiza a estos niños y niñas impulsando aún más sus trayectorias de sufrimiento. Por otro lado, no sería la primera vez que una ocurrencia se diga tanto y tantas veces que termine formando parte de protocolos de prevención, programas de formación, políticas públicas, etc.
Si analizamos en profundidad algunos de los datos aportados, incluso por las mismas personas que se resisten a las evidencias, encontramos que las investigaciones aportan informaciones muy claras al respecto, como es el caso de este estudio:
‘(…) estos resultados no muestran que cada niño maltratado se convierta en delincuente, criminal o violento. El vínculo entre la victimización infantil y el comportamiento antisocial y violento posterior está lejos de ser cierto, y la transmisión intergeneracional de la violencia no es inevitable. Si bien el abuso y la negligencia infantil temprana ponen a uno en mayor riesgo de delincuencia, una gran parte de los niños maltratados o descuidados no sucumben. En este estudio en concreto si 26% de las víctimas de abuso y negligencia infantil tuvieron delitos juveniles, el 74% no los tuvieron. El once por ciento fue arrestado por un acto criminal violento, mientras que casi el 90% no (…)’
Incluso los estudios que en los años 90 sí encontraban alguna correlación no aportan ninguna relación causal, lo que dicen es que podría considerarse un vínculo teórico lógico entre la experiencia de abuso físico en la vida temprana y el desarrollo posterior de comportamientos agresivos; no afirman que exista, sino que este es el planteamiento de algunos teóricos. También dicen que la literatura sobre el vínculo entre la exposición a la violencia y los problemas de comportamiento agresivo en estos niños y niñas proporcionan evidencia mixta de este efecto. Por tanto, ¿qué nos lleva a estas afirmaciones terribles y dañinas para la infancia?
Veamos entonces donde SÍ está el debate sobre la infancia expuesta y víctima de la violencia de género en sus hogares. Destacamos algunas líneas de trabajo de mayor consenso internacional.
En primer lugar, es claro el consenso de que no existe una relación causal entre haber sufrido violencia de género en la infancia y ejercer violencia en el futuro. En lo que, desde una perspectiva científica y ética, se sigue indagando es en encontrar qué hace que un niño o niña ejerza la violencia en el futuro o no, y está claro que sus primeras relaciones afectivo-sexuales (esporádicas o estables) y en sus grupos de iguales son clave.
Ya comentamos en un artículo anterior que una sola persona ya podría ser un factor determinante para ayudar a una niña o niño a superar los efectos de la exposición a una situación de violencia o estrés traumático. La propia búsqueda de vinculación entre ser hijos de padres maltratadores o no es tan equivocada científicamente y tan estereotipada como la búsqueda de vinculación entre ser de un determinado grupo cultural y ser un violador. Desde la perspectiva de la Socialización Preventiva de la Violencia de Género, tal y como se expuso recientemente en el II Congreso de Ciencia, Feminismo y Masculinidades por las profesoras Esther Oliver y Guiomar Merodio, se incorporan al debate todos los estudios que, desde hace más de 15 años, están proliferando sobre la relevancia de las experiencias de socialización afectivo-sexuales que ocurren en el grupo de iguales desde la primera infancia a la adultez y que marcan el aprendizaje o no de la violencia en las relaciones, siendo este aprendizaje no exclusivo de la socialización en la infancia en el seno de la familia.
Esto nos lleva al segundo gran punto de estudio. Cuáles son las intervenciones basadas en la evidencia que permiten a profesionales mejorar su respuesta ante la infancia expuesta a la violencia. Desde luego, no revictimizar poniéndoles la etiqueta de posibles futuros maltratadores, sino tratarles como lo que son, como víctimas. Todavía existen índices elevados de que las respuestas de los profesionales de la salud y la educación en este ámbito a menudo están mal informadas por la ausencia, en muchos casos, de evidencias científicas en su formación inicial y permanente. Se han de asegurar intervenciones tempranas, contrastadas en la evidencia científica e intensiva. En esto existe un consenso desde los campos de estudio de las ciencias sociales y los avances que emergen en la neurología.
Si en el debate académico y feminista al respecto ponemos plena atención a las trayectorias de vida de las víctimas, podremos desvelar la infancia valiente que desde su historia de sufrimiento de la violencia, no solo han protegido a sus madres, a su familia, sino que han creado historias de vida que han ayudado a que muchas otras personas superen la violencia y que muchas otras no la ejerzan jamás. Podemos escribir la historia que decidamos escribir…, mientras revictimicemos a la infancia y escondamos la entrega heroica de estas niñas y estos niños, impedimos que otras personas se inspiren y alcancen los mismos logros. Ocultamos una parte muy importante de la historia profundamente feminista, profundamente humana. Solo con la cantidad de niñas y niños que ya lo han logrado podemos extender estrategias de logro para que lo consigan más y más personas. Podemos debatir y estudiar qué han hecho, cómo lo han logrado, qué les dio la fuerza, qué estrategias le dieron éxito, qué tipo de relaciones, qué actuaciones, qué referentes…, analicemos qué hacen quienes lo logran para que muchas otras lo logren.
Esto sería estudiar e investigar a fondo con perspectiva feminista, lo demás es antifeminista porque puede destruir sus esperanzas y sentimientos. Cada niño y niña expuesto a la violencia es una oportunidad para frenarla y erradicarla para siempre, al menos, seguro, no les digamos lo contrario.
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