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Sofía Kovalevsky

La protagonista del artículo de hoy podría decirse que es una figura de saber renacentista, ya que no solo se dedicó a la ciencia, ámbito por el que es más conocida y reconocida, tanto en su vertiente matemática como por sus aportaciones a la astronomía o la física sino que también se puede señalar su dedicación al terreno literario: novela, poesía, teatro, crítica teatral, divulgación científica; pero hay más, fue una persona comprometida en lo político y en lo social.

Sofía Kovalevsky nació en 1850 en Moscú. Destacó desde su infancia por su brillante capacidad intelectual, sobre todo, en matemáticas. En un principio, recibe formación con una institutriz inglesa y un tutor polaco. Posteriormente, fue alumna de Stannoliubski, conocido y buen profesor de matemáticas.         

En 1870, Sofía Kovalevsky  se instala en Berlín para seguir sus estudios con Karl Weierstrass, a quien se le considera el padre del “análisis matemático”. Al comienzo, el profesor tiene reticencias en admitirla como su alumna por ser mujer, pero ella trae muy buenas recomendaciones de sus profesores, por ello, decide ponerla a prueba: le entrega un conjunto de problemas preparados para sus alumnos más avanzados. El profesor vio en la solución de los problemas no solo las soluciones exactas sino que además son ingeniosas, claras y originales, de modo que a partir de ese momento la apoyará y animará en su trabajo. Tanto es así que el gran matemático le propuso que realizara la tesis doctoral. La matemática consiguió su doctorado en 1874, con el título Sobre la teoría de ecuaciones en derivadas parciales, y que fue publicado en la revista científica más prestigiosa de la época. 

En este trabajo figura el teorema Cauchy-Kovalévskaya, que tiene aplicación en amplios campos de la física, como por ejemplo para estudiar la propagación del sonido o del calor, teorías de electrostática, dinámica de fluidos, elasticidad o mecánica cuántica.

Aún contando con estos éxitos, Sofía Kovalevsky no encuentra trabajo en ninguna universidad, por lo que decide regresar a Rusia. Pero allí tampoco es fácil, ya que para enseñar en la universidad es necesario pasar un examen que no está abierto a las mujeres. Dada la situación, decide cambiar de actividad. Realiza crítica teatral, ensayos de divulgación científica sobre: almacenamiento de energía solar, debido a la disminución de las reservas de carbón; la aeronáutica, los globos y el vuelo de las aves; el telégrafo de Bell y la máquina de escribir; o las enzimas en el proceso de la fermentación, según la obra de Pasteur.

En 1880, es invitada a dar una conferencia en el Sexto congreso de Ciencias Naturales. Su disertación sobre integrales abelianas tiene una entusiasta acogida por parte del público. De modo que vuelve a Berlín, donde Weierstrass le aconseja que trabaje sobre la propagación de la luz en un medio cristalino.

En 1883 es aceptada como profesora en la Universidad de Estocolmo. Colabora, desde sus inicios, en la redacción de la revista internacional Acta Mathematica, que ha tenido vigencia después de un siglo, a través de ella tuvo contacto con matemáticos de todo el mundo. 

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