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Tan solo un 2,1% de los padres de familia se avienen a reducir su jornada laboral tras el nacimiento de un hijo. Las medidas de conciliación laboral parece que únicamente atañan a las madres. Así lo atestigua un reciente estudio difundido por el Observatorio Social de La Caixa. Unos datos que conducen tanto a reflexionar como a cuantificar económicamente.

Siendo que ellas reducen su jornada en un 22,5% de los casos mientras que ellos solo lo hacen en un mísero 1,8%, se hace patente que las mentalidades y los roles clásicos continúan vigentes. Para las madres, lo principal son los hijos; para los padres, lo principal es el trabajo y su carrera profesional. El desigual reparto en los cuidados parentales y en las labores domésticas apenas se ha modificado pese a los esfuerzos en educación y a las proclamas bien intencionadas.

Las propias empresas suelen dar por sentado que es a las mujeres a quienes corresponde de forma natural renunciar a horas de trabajo en favor de atender a sus hijos. Los frutos emocionales y afectivos de tal renuncia son unos; los económicos son otros. Los primeros resultan sin duda beneficiosos, en tanto que los segundos comportan derivaciones económicas negativas. La disminución del salario no se circunscribe a los emolumentos mensuales, sino que repercute en las pagas dobles y, más tarde, en la pensión de jubilación. Ellos no comparten, y en consecuencia, son siempre los mejor dotados dinerariamente.

La igualdad entre hombres y mujeres todavía constituye una entelequia, sean madres o no, sea en el hogar o en la empresa. La cuestión última consiste en no desfallecer en el intento.

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