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Por primera vez, la Iglesia católica ordenará a hombres casados. Para parte de los obispos una herejía, el Sínodo de la Amazonia ha aceptado una propuesta que el Papa habrá de ratificar, tal como está previsto.

La necesidad obliga, y así sucede en una región donde a las zonas más remotas no llegan sacerdotes durante meses. El remedio se ha encontrado en forma de previos diáconos a los que se considere idóneos para ejercer el sacerdocio al completo. La figura del diácono queda a menudo oscurecida por nuestros pagos, sin embargo, se halla presente. Puede serlo un padre de familia que haya cursados estudios eclesiásticos expresos y cuya esposa haya remitido al obispo un escrito aceptando la ordenación de su esposo. En cuanto sea ordenado, podrá ejercer las mismas funciones que un sacerdote salvo celebrar la Eucaristía y perdonar los pecados. Más allá, se exige el celibato.

Una exigencia, la del celibato, que en el Amazonas ser pasará por alto, y que es posible comience a abrir otros canales innovadores en el catolicismo. Por ejemplo, el papa Francisco ha anunciado que se estudiará la posibilidad de que las mujeres también puedan alcanzar el diaconato. Muy lejos todavía de la paridad establecida por la Iglesia anglicana al admitir, desde el año 2017, el sacerdocio femenino.

Con independencia de la religión que se profese, o del agnosticismo o el ateísmo al que se esté vinculado, la senda hacia la igualdad en derechos y deberes entre sexos merece, sin duda, ser aplaudida. 

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