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Es una disposición de carácter feminista. Sabido es que, tradicionalmente, la cocina ha sido un reducto del ama de casa. Guisar para la familia o los invitados aislada de los demás, sin participar en las conversaciones hasta el momento de servir y sentarse a la mesa. Con el tiempo, algunos hombres se han apuntado a compartir la tarea culinaria, permaneciendo también ellos separados del resto de comensales mientras se aplican a los fogones.

Este designio del gobierno vasco, que llevará su propuesta al Parlamento para su aprobación, quizás no hubiera surgido de no haberse producido, paso a paso, la introducción masculina en el ámbito proverbialmente femenino. Dejando de lado tan maliciosa conjetura, lo cierto es que esto que aspira a convertirse en ley devendrá positivo para ambos sexos. En concreto, lo que se plantea es, por una parte, que las cocinas no midan menos de 7 m2, y por otra, que se encuentren adyacentes al comedor o a la sala de estar. Es lo que suele conocerse como cocina/comedor, presente ya en algunas viviendas si bien sin especificar dimensiones.

El propósito vasco es encomiable, pese a que chocará, sin duda, con una realidad candente. Los pisos tienden a ser cada vez más pequeños a causa de su encarecimiento. ¿Cómo es posible obligar, pues, a que la cocina tenga las mencionadas dimensiones? En algunos casos, quizás incluso sobrepasarían las de la habitación principal. 

A fin de cuentas, el gobierno de Euskadi vende la idea como una muestra de feminismo, y justo lo hace cuando se acrecienta el número de hombres que asumen quehaceres caseros. Por lo demás, si una cocina mayor y convivencial propicia que aumenten todavía más los implicados, bienvenida sea la innovación. 

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