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El filósofo y sociólogo francés Edgar Morin ha escrito: “¡Qué período psicológicamente, sociológicamente y moralmente regresivo en el contexto de un gran progreso científico!” Algunos años antes, el héroe que fue Nelson Mandela dictaminó: “La mujer solo excepcionalmente utiliza la fuerza, y el hombre solo excepcionalmente no la utiliza”. Dos axiomas estremecedores, por cuanto ilustran sin paliativos lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.

Mientras la inteligencia artificial ocupa el lugar supremo entre un cúmulo de tecnologías deslumbrantes, la inteligencia humana, justo la que crea la artificial, permanece moralmente estancada.  La guerra, el tráfico de personas, la tortura, el maltrato, la corrupción, la agresión sexual perduran desde tiempo inmemorial, desde la barbarie hasta la orgullosa civilización de los avances científicos y del dominio de la naturaleza. Atendiendo a la clarividencia de Morin, reconocemos que el gran progreso de la ciencia no corre parejo con los progresos ni intelectual ni moral. Los más instruidos que en cualquier otra época, en gran parte utilizan los instrumentos cibernéticos para jugar, mirar videos insustanciales, escribir banalidades cuando no insultos. La violencia y la pornografía se enseñorean de las comunicaciones digitales sin distinguir niños de adultos, siendo el lucro el único norte.

Y Mandela lo expresó con exactitud: los hombres continúan adscritos a la fuerza en cualquier forma que esta adquiera. Aun apareciendo la violación de las mujeres como la muestra más clamorosa, el ejercicio de la fuerza bruta se manifiesta en muchas otras áreas. Dirigentes políticos en espacios de paz despreciando la vida de inmigrantes a los que desean ver naufragar; un presidente poderoso como Donald Trump actuando contra la salud pública mundial al retirarse de los Acuerdos de París contra el cambio climático, al permitir la invasión de un refugio selvático de Alaska por parte de perforadores petroleros. El uso de la fuerza, sea en modalidades de gobierno o económicas, tiene carácter masculino sin excepción. Un requisito ineludible es que el empoderamiento de las mujeres no conduzca jamás a emular los hábitos de los hombres.

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