Ángeles Iglesias Bello, conocida como Magis Iglesias, es una periodista con una larga trayectoria, especializada en información parlamentaria y política. Durante más de dos décadas ha sido cronista parlamentaria y electoral, redactora jefa de información política en la agencia Colpisa y enviada especial a cumbres internacionales. En 2008 fue la primera mujer en presidir la Federación de Asociaciones de Periodistas de España. Recientemente ha publicado el libro “Fuimos nosotras: Las primeras parlamentarias de la democracia”.
Como periodista con una larga trayectoria en la profesión, ¿qué simbolizó para ti ser la primera mujer en presidir la FAPE?
En primer lugar, es una prueba de retraso que llevamos las españolas en el siglo XXI. Teniendo en cuenta que el periodismo es uno de los oficios más antiguos y que existía en la organización profesional desde hacía 83 años, donde ya había muchas mujeres. Las mujeres hemos ejercido el periodismo, pero hemos estado silenciadas.
El hecho de que las mujeres llenásemos y llenemos todavía, incluso mayoritariamente, las redacciones, significa que estamos en la base de la pirámide. Hace muy pocos meses que hay una sola mujer entre las cabeceras como puede ser el diario El País, en el que está Soledad Gallego Díaz.
Significa también el camino que queda por recorrer, el trabajo que hay que hacer. Esa es la pena que me dio y, sin embargo, el orgullo de haber sido elegida de manera muy mayoritaria por todas las organizaciones profesionales de España.
¿Qué avances lograsteis durante la presidencia de la FAPE en términos de mejora de la calidad del periodismo y la igualdad de género?
La Federación de Asociaciones de Periodistas de España reúne y coordina lo que existe en las organizaciones en toda España. Me parece que esa pluralidad debe tener siempre una voz que trabaje en la integración, para tener más fuerza. Desde el punto de vista del programa electoral, por desgracia, en el mismo instante en que fui elegida se conoció, ese mismo 20 de septiembre de 2008, un ERE potentísimo que sería más lo que ya entonces dije “que era la punta del iceberg”, porque detrás estaba todo el sector dañado y de ahí vino el declive que hemos conocido desde entonces y que creo que todavía no nos ha permitido ver la luz.
Por lo tanto, todos los objetivos profesionales que había se aplazaron ante ese drama. Un drama que implicaba, en primer lugar, los ERE que hemos padecido y, en segundo lugar, la depauperación de las condiciones profesionales, porque eso repercute, y ha repercutido, sin duda alguna, en la calidad del trabajo y del producto que se ofrece a la ciudadanía.
Además, que la presidenta fuera una mujer a mí me parecía que me obligaba a ejercer la responsabilidad desde la representación y gestión de la institución y la organización con más mujeres de las que no teníamos noticia antes. Es decir, ya había presidentas en las asociaciones pero, como en la ejecutiva de la FAPE nunca había habido una presidenta, ni cargos de mucho peso para mujeres, entendí que era mi obligación y el mandato que yo recibía era intentar en lo posible recuperar ese retraso tan importante en la igualdad, nombrando tres vicepresidentas muy potentes, haciendo una gestión colaborativa y participativa no jerarquizada, superando las dificultades juntas.
Se le dio muchísima importancia a la voz profesional desde el punto de vista ético. Creo que estábamos un poco huérfanos, y lo seguimos estando. Tenemos que hacer mucha autocrítica profesional. Durante la crisis planteamos una serie de puntos a las instituciones, tanto empresariales como del Gobierno, que entonces gestionaba la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. Se asumieron una buena parte de nuestras reivindicaciones, entre ellas, el que se enseñase a leer los periódicos desde el colegio, para crear un espíritu crítico, no solo para para formar a los jóvenes, sino a los niños desde la más tierna infancia. Se les puede enseñar a comprender qué es y en qué consiste una información veraz. A partir de ahí, entendemos que se refuerza la democracia, el pensamiento crítico del ciudadano.
Otra de las cosas que hicimos fue reclamar que no se dieran ayudas públicas a las empresas con periódicos donde se publicaran anuncios de prostitución. En aquel momento, algunos se rasgaron las vestiduras, pero mantuvimos esa reclamación, porque nos pareció siempre justo y no nos pareció utopía en absoluto y ahora vemos, poco a poco, que esos anuncios han ido desapareciendo de los periódicos. Por lo tanto, las semillas que sembramos supusieron un salto cualitativo cuyos resultados hemos visto posteriormente y muy recientemente.
En relación con el libro “Fuimos nosotras: Las primeras parlamentarias de la democracia”, ¿cuál fue tu principal motivación para explicar las historias de las primeras mujeres parlamentarias?
Primero hice política municipal en el periódico “El Faro de Vigo” y después, información parlamentaria y política en el Parlamento español. Dediqué 40 años de mi vida al periodismo parlamentario, y me parecía que cualquier cosa que hiciera tendría que estar en el ecosistema en el que me movía. Obviamente, este libro tiene relación también que ver con el hecho de que yo había sido una de las primeras. O sea, que pisé territorios que ninguna mujer había pisado y me encontré, en muchos casos, sola, en actos, en reuniones o en presidencias y demás, donde siempre alzaba la voz reclamando más presencia de mujeres.
Han pasado once años y estamos en lo mismo. Todas las feministas sabemos que la vida privada, nuestra vida en familia, tiene muchísimo que ver con la actividad que mantenemos públicamente las mujeres en el ámbito de la sociedad, que está intrínsecamente relacionada. con cómo es nuestra vida privada, nuestra vida de ocio, nuestra vida intelectual y demás. Obviamente, pasé por momentos realmente intensos, por no hablar de catastrofismos y de dificultades, que también.
Entendí que todavía estaba por contar, que había que hablar de las primeras. En un determinado instante vital me dije “este es el momento”. Intenté hacer la historia, primero, con mujeres políticas; por ejemplo, la primera ministra, la primera vicepresidenta, etc. y esto no fue posible en su momento. Pero cuando lo retomé más tarde, casualmente, llegó a mis manos la convocatoria de organización del 40 aniversario de la Constitución y caí en la cuenta de que las primeras de esa época contemporánea eran las que habían llegado después de los 40 años de dictadura, silencio y desprecio por la mujer. Fue cuando empecé. Lo que encontré es que había habido 27 mujeres que casi nadie conocía. Prácticamente, eran unas desconocidas, en su mayoría.
¿Qué es lo que destacarías del conjunto de las vidas de estas mujeres parlamentarias?
Ellas son hijas de su tiempo en el que las mujeres no tenían derechos jurídicos. Las casadas no podían trabajar, se les obligaba a asumir los principios tradicionales de la Iglesia Católica y la Sección Femenina, no podían administrar su propio patrimonio sin el permiso de su marido…. Sin embargo, cuando llegan al año 1977, vienen con una fuerza imparable, creyendo en sí mismas y en la democracia y la libertad de las personas, la libertad para el país después de esa terrible dictadura. Para saber cómo lo consiguieron, pues hay que leer el libro; cada una encontró una solución diferente y cada una se las arregló para salir del agujero y llegar al escaño.
En el libro se relatan posibles acosos sufridos por algunas de estas mujeres, independientemente de sus ideales políticos. ¿Cómo el periodismo puede ayudar a visibilizar y a prevenir a estas situaciones?
Explicando los derechos que tienen las mujeres y ayudando a que ellas se den cuenta porque la mayoría comprendía perfectamente que vivía en una sociedad machista. Todas ellas nacieron a partir de la guerra o durante la guerra y su sociedad tremendamente era machista. Pero, de muchas cosas que hoy vemos como una vulneración de los derechos de las mujeres, en aquel tiempo, ellas no eran tan conscientes. Incluso asumían la condescendencia con la que las trataban sus compañeros de escaño en la legislatura de la Constitución. Había feministas, pero siempre eran una minoría. Dentro de las élites políticas, las feministas eran una minoría de la minoría. Pero sí, el machismo estaba no solo en el Parlamento sino en los partidos políticos, de izquierda, de derecha, arriba y abajo. Todas tuvieron que luchar. Cada una desde el sitio en el que estaban porque la sociedad era muy machista y los valores con los que vivieron en la época también lo eran.
¿Qué consejos darías a las periodistas para realizar un periodismo de calidad y ético en la actualidad?
Creo que la situación actual es escandalosa. Pienso que se están perdiendo los principios que dan sentido al periodismo. Creo que las mujeres que lo vemos claro, las y los periodistas que vemos el sentido social y ético del compromiso que significa el periodismo, debemos decirles que el periodismo tiene una función social. Tenemos una responsabilidad con la ciudadanía y con la democracia y hay que luchar por la defensa del interés general.
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