La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) anunciaba recientemente que ha concedido el Gran Premio Libertad de Prensa 2019 a Jineth Bedoya Lima. Periodista de investigación especializada en temas de conflicto armado, tráfico de armas y violencia de género, en el año 2000, cuando realizaba un reportaje en una cárcel de las afueras de Bogotá, fue secuestrada, torturada y agredida sexualmente por un grupo de paramilitares.
La periodista colombiana, que se había centrado en divulgar y visibilizar el mundo de las cárceles colombianas desde los inicios de su carrera en 1997, fue interceptada por tres hombres que la drogaron, practicaron tortura y violaron durante 16 horas. Pasado ese tiempo, la abandonaron en un camino. Así es como los paramilitares lanzaban un mensaje al periodismo colombiano, tomando represalias contra J. Bedoya por denunciar públicamente y profundizar en una serie de casos en relación con el tráfico de armas, desapariciones y homicidios en los que funcionarios y miembros de un grupo militar estaban (y están) involucrados.
En 2003 la periodista volvía a sufrir otro secuestro, junto al fotógrafo que la acompañaba, como castigo por su empeño en intentar mostrar cómo las FARC obligaban a la población de una localidad que habían ocupado a trabajar en la producción de cocaína. La valiente solidaridad de la población local, que arriesgó su vida para alertar de lo ocurrido a organismos internacionales, hizo posible que el líder de la guerrilla los dejase en libertad, en lugar de asesinarlos.
Años después, en 2009, motivada por una iniciativa de Oxfam Intermón que pretendía denunciar la violencia sexual en Colombia, Jineth se atrevió a romper el silencio sobre la tortura y abusos sexuales que ella misma sufrió cuando la secuestraron en el 2000. Entonces impulsó la campaña #noeshoradecallar para animar a otras mujeres a hacer lo mismo y que denuncien la violencia de género que sufren muchas de ellas. Según cuenta El País en una entrevista reciente con ella, la soltaron al borde de la muerte y lo único que quería era contactar a su madre y decirle que estaba viva. Buscando un teléfono en ese estado, se le acercó otro reportero y le pidió un resumen rápido de lo que le había ocurrido, para mandarlo a Bogotá. Se vio reflejada en esa actitud cayendo en la cuenta de que muchas veces había hecho lo mismo; preguntar sin pensar en la víctima, y decidió que, si sobrevivía, no le volvería a pasar.
Bedoya se sirvió del lema que encabeza la campaña No Es Hora de Callar y del informe sobre la violencia sexual en Colombia que realizó Oxfam, para liderar la denuncia de la situación de las mujeres colombianas, en la Cámara de los Lores del Parlamento Británico, el Congreso en EE.UU. y el Departamento de Estados Unidos. Su objetivo es el de dar voz a las mujeres supervivientes de violencia de género prestando una plataforma de denuncia pública a través de la cual puedan contar su experiencia tal y como ella hizo al inicio de la misma, revelar la violencia sexual y su impunidad ante la justicia. Algunos de los logros alcanzados son conseguir que diferentes informes internacionales reconozcan la realidad que afrontan las mujeres en su país e influir en los acuerdos de Paz en Colombia así como, con el apoyo de ONU Mujeres, que la Federación Colombiana de Fútbol y la Dimayor le dejaran entrar en los estadios de fútbol para continuar concienciando.
La iniciativa además lleva a cabo ejercicios destinados a la construcción de paz y reconciliación pensados para las supervivientes del conflicto armado mediante actividades simbólicas y artísticas, para las que cuenta con el apoyo de medios internacionales como Discovery Networks Latin America, Oxfam Intermón, la Universidad Central (Colombia) y/o la Casa Editorial El Tiempo.
En la noticia a través de la que se anuncia su galardón, María Elvira Domínguez, directora del diario El País de Cali, Colombia, declaró: esperamos que el premio honre la conducta de J. Bedoya frente a los peligros y las injusticias a las que ella se ha expuesto por tantos años y sirva para crear conciencia sobre los riesgos que sufren muchas mujeres periodistas.
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