
Save the Children publicó el informe «Ojos que no quieren ver» con la intención de identificar, por un lado, en qué fallos incurren las administraciones ante casos de abusos sexuales y, por otro lado, cuáles son algunas de las posibles soluciones. Según este informe, existen distintos estudios analizados que arrojan datos similares: entre un 10 y un 20% de la población en España ha sufrido algún tipo de abusos sexuales durante su infancia. Algunos sectores de la población no quiere creer que estas cifras sean reales, se mira hacia otro lado, ocultando una realidad latente que deja totalmente desprotegidos a niñas, niños y adolescentes. Pero esta realidad existe y no podemos cerrar los ojos para ocultarla.
Existe abuso sexual infantil cuando se manifiesta una relación de poder mediante la manipulación de sentimientos, debilidades y necesidades de los niños, niñas y adolescentes que implica la participación en actividades sexuales, para las que los y las menores son incapaces de dar su consentimiento. Las consecuencias postraumáticas para cada una de las víctimas se manifiestan, a corto y/o largo plazo, de múltiples maneras, con una característica común: consecuencias negativas que influirán en su desarrollo futuro.
Los datos que aporta el informe nos dicen que los agresores son personas conocidas, es importante saberlo para estar más atentos. Las niñas son más comúnmente abusadas entre los 7 y 10 años por un agresor del entorno familiar. Los niños de 11 y 12 años son abusados por conocidos con autoridad, como profesores, entrenadores, sacerdotes… Otro dato a destacar es que el abuso es hasta 10 veces más frecuente entre las personas con discapacidad intelectual, por lo que estos niños y niñas están todavía en mayor situación de vulnerabilidad por lo tanto tendremos que estar con los ojos más abiertos si cabe.
A todo esto se le añade que, cuando un o una menor sufre abuso sexual, debe tener la capacidad de saber y poder denunciarlo y es entonces cuando topa con un proceso judicial arduo y doloroso pues deben declarar en diversas ocasiones sin profesionales especializados que le permitan, en la medida de lo posible, intentar seguir con su vida. Crear redes de apoyo en estos momentos es fundamental y desde las escuelas se puede contribuir a asegurar esta protección.
A continuación destacaremos algunas de las principales soluciones que propone el informe:
- Es indudable que la prevención es la clave para abordar y frenar posibles abusos sexuales. En países donde tienen extendidos programas de prevención del abuso sexual a través de la formación de niños y niñas, se ha demostrado que las probabilidades de sufrir abusos llegan a reducirse hasta la mitad.
- Crear protocolos internos en los centros educativos. Tan solo un 15% de los colegios en los que el niño o niña había revelado los abusos lo notificaron a las autoridades. Es esencial que maestros y profesores sepan cómo actuar, y contar con documentos que den confianza al centro y a la comunidad educativa y ayuden a prevenir, detectar y manejar los posibles casos.
- La solución más destacada es la formación. Si aquellos profesionales que trabajan cerca de niños y niñas no saben cómo identificar a un menor de edad potencialmente víctima de abusos, estos se alargarán más tiempo y cuando un niño o niña cuente lo que le ha pasado habrá más posibilidades de que no sea creído o de que una revelación indirecta no sea entendida. Tras revisar en el curriculum académico de magisterio, del máster de profesor de secundaria o el curso para acceder a las funciones de dirección, constatamos que no hay ninguna mención al abuso sexual, la violencia contra la infancia o la protección de niños y niñas.
- Elaborar una ley con medidas integrales. La finalidad es la protección a los niños y niñas de todos los tipos de violencia como manifestación máxima de un compromiso público que defienda a la infancia avanzando hacia una sociedad que abandere tolerancia cero hacia cualquier situación de violencia.
Es necesario comenzar a hablar de esta problemática que existe en nuestro país y visibilizarla, también desde las escuelas contribuyendo a abrir espacios de diálogo sobre estos temas como ya están haciendo algunas de ellas, que abordan esta temática desde las orientaciones internacionales y las evidencias. De esta forma facilitaremos la detección temprana y entornos seguros y de confianza para que los niños y las niñas puedan denunciarlo, sin miedo a no ser creídos o a ser juzgados.
Quitarse la venda de los ojos para conseguir que cada vez existan más personas que quieran y puedan ver, que se posicionen, que actúen, denunciando y apoyando a las víctimas, contribuirá a una sociedad más segura para la infancia y, por tanto, a que disfruten de una vida libre de violencia.
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