En el distrito de Budgam, en la zona de Cachemira administrada por la India, la mayoría de sus habitantes viven directa o indirectamente de las vestimentas y alfombras tradicionales. Y para las mujeres y jóvenes que bordan estas prendas, la tarea que proporciona su sustento tiene un coste adicional, su salud.
Baseera Rafiqi, de la plataforma informativa independiente ND Women & Girls, nos cuenta cómo es la vida de estas niñas y mujeres. En su mayoría tienen entre 14 y 30 años y provienen de los grupos socioeconómicos más bajos. Aunque algunos propietarios de talleres admiten que usan niñas de 12 años porque son más fáciles de entrenar.
Zahida Akhter, de 18 años, trabaja de 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde en el taller y, cuando llega a casa, después de las tareas del hogar, sigue bordando hasta las 3 de la mañana, duerme dos horas y sigue trabajando a la luz de las velas hasta que tiene que regresar al taller. Tantas horas en posturas encorvadas para acercarse a los tejidos, la proximidad a los ojos y la falta de luz tienen graves consecuencias para la salud de las chicas, principalmente dolor de espalda, dolores fuertes de cabeza y pérdida de visión.
Sakeena Bano, de 26 años explica cómo, en su quinto año en el negocio y cada día, su fuerza va disminuyendo… sus hombros la maldicen; incluso su vista disminuye con cada día que pasa. Akhter apenas puede leer ni escribir y Bano no puede. El sociólogo local Dr. Bashir Aadil cuenta cómo en un principio los talleres atraen a las jóvenes por dinero, pero luego, cuando su salud comienza a deteriorarse, las declaran inútiles. Cuando la vista de una niña se pone tan mal que no puede hacer la costura intrincada o le duele tanto la espalda que no puede trabajar durante largos periodos de tiempo, pierde su trabajo y a menudo luchará por encontrar otro.
La oftalmóloga Mariyum Rubiya, que ha trabajado en ese distrito más de un año, dice que el número de pacientes que viene de la industria del bordado va en aumento. Y normalmente no siguen las indicaciones de los médicos, usar gafas o que tomen un descanso en su trabajo; y si la situación es grave y la recomendación es que lo dejen, no vuelven al médico. Pueden permitirse arriesgar su salud y su vista, pero no arriesgarse a dejar de comer.
Países del Oriente Medio y noreste de Europa, así como turistas en la región de Cachemira son consumidores de estos productos. Tomar conciencia de la situación en que viven y trabajan estas mujeres nos puede hacer pensar de qué forma más justa podemos consumir estos productos respetando así mismo los derechos laborales y educativos de estas niñas y mujeres para ir creando una sociedad cada vez más equitativa y justa.
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