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A pesar de la crisis de refugiados que vive Palestina, algunas iniciativas de base demuestran internacionalmente que los vínculos de solidaridad entre mujeres pueden transformar las condiciones más vulnerables en empoderamiento colectiv

Fuente Pixabay

Palestina, según las Naciones Unidas (UNRWA, United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East)  sufre una crisis de personas refugiadas desde el período comprendido entre el 1 de junio de 1946 y el 15 de mayo de 1948, cuando perdieron el hogar y los medios de subsistencia como resultado del conflicto de 1948. Cuando la agencia comenzó a operar en 1950, respondía a las necesidades de aproximadamente 750,000 refugiados palestinos. Hoy, unos 5 millones de refugiados palestinos dependen de los servicios de UNRWA. Casi un tercio de los inscritos, más de 1,5 millones de personas, viven en 58 campamentos reconocidos en Jordania, el Líbano, la República Árabe Siria, la Franja de Gaza y la Ribera Occidental, incluida Jerusalén Oriental.

Las condiciones socioeconómicas en los campos son en general deficientes, con una alta densidad de población, condiciones de hacinamiento e infraestructura básica inadecuada, como caminos y alcantarillas. La responsabilidad del UNRWA en los campamentos de refugiados de Palestina se limita a la prestación de servicios y la administración de sus instalaciones. No posee, administra o vigila los campamentos, ya que esto es responsabilidad de las autoridades de acogida.

La asistencia a los campos ha sido cuestionada reiteradas veces por parte de las autoridades israelíes, como indica la Universidad de Cardiff. Uno de los ejemplos recientes lo encontramos el 11 de junio de 2017, cuando el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu pidió el desmantelamiento de la agencia del UNRWA, acusándola de avivar los sentimientos antiisraelíes y de perpetuar el problema de los refugiados palestinos. Netanyahu, después de una reunión con la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, en Jerusalén, dijo: “Es hora de que la UNRWA sea desmantelada y fusionada con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados”. Consideraba que el hecho de que los refugiados palestinos puedan transmitir su estatus de refugiado de una generación a otra mantiene vivo el derecho al retorno de los refugiados palestinos: garantiza que sus esperanzas de regresar a su patria ancestral no desaparezcan con la muerte de los refugiados originales de 1948.

Esta crisis de personas refugiadas se ve aun más en riesgo desde que el pasado 6 de diciembre, el Presidente de los Estados Unidos,  Donald Trump reconociera oficialmente a Jerusalén como capital de Israel a pesar de las amenazas de violencia en Medio Oriente.

A pesar de todas las dificultades sociales y económicas, surgen alternativas solidarias para dar respuestas colectivas a esta situación. El campamento de refugiados Amari, ubicado cerca de la ciudad de Ramallah, alberga a más de 10.000 personas. Después de cuatro generaciones en el exilio, el campamento densamente poblado de hoy en día lucha contra la sobrepoblación, la infraestructura deficiente y las altas tasas de pobreza y desempleo.

En este contexto surge el Centro de Programas para Mujeres del Campamento de Refugiados de Amari que tiene como objetivo desarrollar las capacidades sociales, culturales y profesionales de las mujeres. Se estableció en 1993 bajo la supervisión del UNRWA y con el apoyo del Gobierno de Alemania. El Centro ofrece regularmente más de 250 cursos de formación para mujeres, consultas médicas gratuitas, actividades de preparación física o producción de artesanías.

En 2010, Sunbula formó la asociación con el Centro, a través del desarrollo de productos y el apoyo al desarrollo de capacidades. La diseñadora de Sunbula, Hamada Atallah, formó a un grupo de mujeres en el diseño de productos, y ayudó a que el proyecto de bordado se transformara en un equipo de producción eficiente. Con el continuo apoyo de marketing de Sunbula, el Centro ofrece hoy a más de 50 mujeres la oportunidad de obtener un ingreso regular a través del bordado y la costura.

En esta misma línea se encuentra el pueblo de Surif (15,000 habitantes) situado junto a la Línea Verde (línea que separa Cisjordania e Israel)  donde la mitad de la población es refugiada de la guerra de 1948. En 1950, un grupo de voluntarios llegó a la aldea para establecer el Programa de costura palestina, con el fin de brindar a las mujeres refugiadas la oportunidad de complementar sus ingresos familiares y mejorar su autoconfianza mediante el empoderamiento. En 1979, las mujeres de la aldea asumieron las responsabilidades de administrar el proyecto, que, después de un período de capacitación intensiva, renació como Surif Women’s Cooperative en 1983, de la que hoy en día se benefician unas 400 mujeres de la localidad.

Las artesanías de Surif son conocidas por su estilo distintivo, al utilizar tela de algodón de color crema en lugar de la tela negra común. La tela que usan está hecha en la Ciudad Vieja de Jerusalén, tejida en una tetera hecha a mano por Adnan Fares, un tejedor que mantiene la tradición centenaria. Los patrones de bordado son producidos por un sistema de hilos de conteo, un método que le da al bordado su apariencia llamativa y exacta en ambos lados de la tela. Los diseños de Surif están adaptados de los vestidos tradicionales palestinos y reflejan el patrimonio de diferentes regiones de Palestina. 

Por su parte, como demuestran estas experiencias, la ministra para Asuntos de la Mujer en el gobierno de unidad palestino, Haifa el Agha, considera que los pequeños proyectos establecidos por mujeres muestran la fortaleza de las emprendedoras para superar las dificultades, afirmando que las mujeres en la Franja son tan poderosas porque han sido capaces de luchar frente a la adversidad en medio de las difíciles condiciones que afrontan como consecuencia del estrecho bloqueo impuesto.

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