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Un reciente informe de la Iniciativa Girls’ Education Challenge (GEC) – Fase II, financiado por el gobierno del Reino Unido, revela avances significativos en la transformación de normas y actitudes comunitarias para promover la educación de las niñas. La evaluación independiente del Estudio 7 subraya cómo 27 proyectos, implementados entre 2017 y 2025 en 17 países, lograron fomentar cambios sostenibles en contextos marcados por barreras sociales, económicas y culturales.

El estudio identifica tres vías clave para lograr estos avances: la transformación de actitudes por parte de las propias comunidades, el empoderamiento de mujeres jóvenes como agentes de cambio y la adopción de iniciativas por parte de gobiernos locales y nacionales. Estos factores han contribuido a que actividades como clubes escolares, talleres y mentorías comunitarias persistan más allá del ciclo de vida de los proyectos.

En países como Nepal y Zimbabue, se evidenció cómo figuras locales —desde mentoras jóvenes hasta líderes comunitarios— jugaron un rol esencial en combatir prácticas dañinas como el matrimonio infantil y en asegurar que niñas marginadas accedieran a educación y apoyo continuado.

Sin embargo, el informe también señala desafíos persistentes como la falta de recursos financieros, actitudes profundamente arraigadas y crisis externas como el COVID-19. Aun así, el mensaje es claro: cuando las comunidades toman el liderazgo y los gobiernos se comprometen, los cambios en la educación de las niñas no solo son posibles, sino duraderos.

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